domingo, 30 de mayo de 2010

El ladrón de palabras.

El ladrón de palabras.

Esa noche la luz de la farola era especial y coloreaba la calle de un amarillo muy pálido. Casi no se veía, pero las formas se intuían con una dulzura de esas que dan miedo.

Al fondo de la calle acerté a ver algo en el suelo, gordito y con pelos, pensé en un gato, de esos que por mucho que se caigan siempre conservan intactas sus siete vidas. De esos que ponen sintonía a tus sueños cuando maúllan en el jardín de tu casa, o en la acera de tu calle. Me acerqué poco a poco hasta aquella pelusa gigante, parecía que levitaba, que flotaba en aquel aire amarillento de la noche. Sus ojos negros se clavaron en los míos, y devoraron mis palabras. Se las comió una a una, como si fuese un jugoso pescado del que no quedó más que la espina.

Cuando llegué a casa sonó el teléfono, era una de esas llamadas importantes, intente responder diciendo ¿sí?, pero mi voz sonó muda.

En alguna parte de la calle había una pelusa gigante, con forma de gato, de esos que no roban pescados, si no de los que se comen las palabras que nunca se van a pronunciar. En alguna parte de la calle, había un gato diciendo ¿sí?, como si estuviera respondiendo a una llamada que nunca sería para él.
Eva Te.

1 comentario:

  1. Dios no libre de esos gatos. ¡Sape!
    Menos mal que te dejó unas cuanticas palabras para el relato.
    Besos, Eva.

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