domingo, 29 de mayo de 2011

Delantero Anfiteatro

Mirarte,
sobrio de inmunidad el ojo,
por ser público y no ojo,
y fingir que admira aquello
que se espera que examine,
y examine, y examine sin tapujo
-formas, lineas, movimiento-
porque así tienen las cosas
su sentido metafísico.

A ti, pero no a ti, desde lo oscuro.

Manos, sienes, curva, ombligo,
tierra, velo, idea, signo.
Música.

Pecho agitado y oscilante
que traza las ondas sombrías
del halo imaginario.

Tu cuerpo pero no tu cuerpo,
en virtud de espectador, miro.

Fuego, llanto, sed, quimera,
fuerza, rabia, sinestesia.

Un baile, danza, danza.

La sonrisa del ahora, el beso,
siempre, siempre el beso
y la luz blanca, el ciclorama
que no existe y es el bosque,
es el palacio, es el soporte...
de tu vida. Danza.

Sal, calibra, elonga, vibra:
Sacude el manto inmenso
de tu cuerpo movedizo
en cualquier método,
sistema, singladura,
idiosincrasia.

Sólo, sólo gira.

Delirio de arrebatos y vehemencias,
y entusiasmos.

Es ahora tu momento,
el momento no momento.
Un baile. Tu baile.
Un cuerpo. Tu cuerpo.
El arte. Tu arte.
O tú.




Alberto Cancio García
Fotografía: Google

miércoles, 25 de mayo de 2011

NOCHE (I)

Cigarra: prosigue irradiando.


Tal vez el rasgar de tus patas



entone el perfecto poemario



que no hallo a escribir con palabras.






Alberto Cancio García

Fotografía: Google

martes, 24 de mayo de 2011

Delirios de servilleta (I)

No es oro todo lo que en ti reluce:
también brillan tus ojos,
y valen más que cien lingotes de oro.


Jorge Andreu
24 de mayo de 2011
Cádiz, cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras

sábado, 21 de mayo de 2011

CRÓNICA DEL DESCONCIERTO 1

Siéntelo. Aquí. Allá.
El mundo vibra.
Justo ahora.




Alberto Cancio García

viernes, 13 de mayo de 2011

INFORMACIÓN DE ERRORES

Queridos seguidores:

Quisiera informar de que, debido a las obras de mantenimiento que se están realizando en Blogger, la última entrada - el soneto "Las mujeres a que no aspiramos"- así como los comentarios que figuraban en ella, se han suprimido.

Según los colaboradores de Blogger, será restaurada durante las próximas horas.

Ruego disculpen las molestias.



Un saludo
Alberto Cancio García

miércoles, 11 de mayo de 2011

LAS MUJERES A QUE NO ASPIRAMOS

Son eternas, e instantes subrepticios
a la vez, porque todos conocemos
sus medidas, los olores blasfemos
que visten y el desnudo en sus indicios,

mas, nacientes apenas, los solsticios
de las calles las ocultan. Las vemos:
Pasean, van de compras, y creemos
atisbarlas tras perpetuos edificios.

Bajan de coches y salen perfectas,
radiantes de nuevo, protagonistas,
y el vaho de sus pieles ígneas revuelve

la calle de quiebros. ¡Son insurrectas
manzanas rodantes que, imprevistas,
sacuden el mundo un instante...

...y no vuelven!




Alberto Cancio García
Fotografía: Kevin (Arte Comestible)

martes, 10 de mayo de 2011

CENTÍMETROS DE AIRE

Yo querría ser alto,
como el cielo alto,
los edificios altos,
las farolas, los pájaros,
los semáforos altos,
los aviones, un salto...
Querría ser tan alto
como el eco de un canto,
una voz incesante,
que llegara volando -
cual plástico que el viento
lanzara por lo alto -
para ver desde el aire,
tú siempre bailando,
si cabría ser tu amante
desde tan bajo.



Alberto Cancio García

viernes, 6 de mayo de 2011

EL FIN DEL PRINCIPIO

Noche ha caído, eterna, sobre los roídos muelles de la isla de Nueva Providencia. Una sábana de espesa niebla se apodera de la bahía y amenaza con vaporizar el armazón de los navíos que, fondeados en ella, reposan la quilla tras un día de intrépidas hazañas y excitante navegación. La brisa marítima, caliente, golpea a bocajarro e insistente contra las paredes calcáreas de las casuchas levantadas junto a la playa, y trae consigo el olor a pólvora y sangre que las batallas navales derramaron hoy sobre el mar Caribe. Un arrullo lejano. El aura, que gime entre las abruptas cornisas montañosas a espaldas del pueblecito, entona melancólicas baladas amerindias ya usurpadas a esta tierra, e invade de improviso a los marineros que decidieron pasar las horas de oscuridad vagando en solitario por selvas o acantilados.

Nueva Providencia, como todas Las Bahamas, se prepara para otra noche templada y añeja en que el romanticismo desaforado torna en amorfa papilla los valores que la corona española tratara de imponer antaño. Nos encontramos en Nueva Providencia, la Isla de los Proscritos, la Sede de las Libertades, la República Romántica de los Piratas.

Ni a media yarda de las complejas formaciones coralíferas que, en variopinto mosaico, componen la apacible ensenada, se alzan atrevidas las primeras casitas blancas de un pueblo silencioso y sombrío. Los despojos ruinosos de lo que un día fue la gran muralla de Colón circundan a trompicones la superficie ocupada y ofrecen al poblado un aspecto sólido y cándido. Anchos senderos arenosos flanqueados por tierras de cultivo y abundante vegetación tropical, ascienden ladera arriba para ceñirse de pronto entre la madera y la cal de las estrechas calles empedradas. Unas callejuelas que pintan la nostalgia de tenue amarillo con las luces de sus lóbregos faroles, en virtud de finos pinceles, y que acomodan su forma a la caprichosa disposición de las sencillas casitas costeras, jamás superiores a la altura de dos pisos.

Quietud. Quietud sobrecogedora, envolvente. Y la estela efímera de un felino rasga en silencio la etérea oscuridad de la calle WoodLeg sin dejar rastro a su paso.


Alberto Cancio García