miércoles, 27 de julio de 2011

Nueva entrada en La Taberna del Pirata

DEL NASCIMIENTO Y CRIANZA EN CÁDIZ DE MI PRIMO ALBERTO CANCIO, EN CIERNE CAPITÁN DE LOS ESPÁRRAGOS, SU HERMANO BANDOLERO JESÚS Y UN SERVIDOR, Y DE CÓMO SOLVENTAMOS SEPARARNOS 


(da una estocada al título para seguir el enlace)





Los aires jubilosos que habrían ser Cádiz por todos los tiempos remotos –esta ciudad misma, sola, tañida de las coplas de sus gentes lozanas y el trajín de sus carros – vieron nascer, veintiséis años ha, en un día del mes de Octubre de los de calor tardío y marejada fuerte, un mozuelo de cuyas quiebras se harían eco los patronos de la Historia a más reciente...



Alberto Cancio García




domingo, 17 de julio de 2011

CAZAR AL AVE

Antes que del tambor de mis latidos
-serenos de amarte-
broten inquietos redobles, y el aire
en hoz se cierre al violento platillo;

antes que el torbellino
al verte, eleve al viento en un instante
mi apetito, y rice y venza y se lance
a hundir el lecho que ambos construimos;

así como el padre al hijo destierra
por amarlo, y así
como el árbol renuncia a sus flores...

por dar un fruto que dé otras nuevas,
yo habré del mismo modo irme de ti,
dejándote feliz aunque te añore.




Alberto Cancio García

2.Un comienzo de día algo peculiar (maldito perro)


El Masnou no es muy acogedor a las 6 y media de la madrugada, y menos en esta época. El viento azotaba los árboles, parecían incluso silbar, pero a modo de burla, como riéndose de alguien que a esa hora estaba en la calle sacando a un chucho y tirando la basura. Vaya postal la mía. El sol aún quedaba escondido, en cambio la luna seguía en su máximo esplendor, dándole vida a la noche. Algo me decía que ella era la culpable de que este frío congelara incluso el alma, de que tuviera que salir a la calle con dos camisetas, una sudadera, un chaquetón y una bufanda -aunque el pijama jamás hay que olvidarlo-, además de dos pares de calcetines, que si no luego llegaba al trabajo con los pies helados -que más que pies parecían frigopies-.

Total, que estaba haciendo yo mi ronda de todos los días, cuando al ir a tirar la basura, me asustó una figura que estaba al lado del contenedor, parecía un cuerpo. Resultó ser un hombre muy delgado, con el pelo corto, iba vestido con un traje como los de los mafiosos de las películas. Al notar mi presencia, levantó la cabeza y clavó sus ojos en mí. Junto a él había un maletín negro que no sé como, pero de alguna manera, logró captar casi toda mi atención. El extraño levantó los brazos, medio moribundo, y dijo: "Llevate el maletín, que no caiga en malas manos". Cuando hizo un mal gesto con la cara noté que tenía varios tiros dados en el pecho, aquellas fueron sus últimas palabras.

Y allí estaba yo, con un hombre muerto y un maletín que a saber qué contenía. Me deshice por fin de la bolsa de basura y fui a alcanzar la pertenencia de aquel cuerpo ya inerte. Para mi sorpresa, al abrirlo sólo vi billetes de cien y quinientos euros que llenaban el maletín hasta rebosar. "Me ha tocado el premio gordo", fue lo primero que pensé, sin dejar de mirar aquel sueño casi inalcanzable, con los ojos como platos. Luego caí en la cuenta de que tenía a alguien muerto y un dinero que no tenía ni la más remota idea de dónde había salido. No sabía qué hacer y ,para colmo, al chucho no se le ocurre hacer otra cosa que mear encima del difunto. Menudo plan. Noté que allí peligraba, así que lo que hice fue coger el maletín y ,antes de arrepentirme, salí pitando hacia mi casa.

Fotografía: Cubo de basura (de mi Instagram)

viernes, 15 de julio de 2011

1. Empezando las andadas.


Era una sombría mañana de otoño. Me disponía, como a diario, a pasear a la mascota de la familia, un pequeño perrito pequinés llamado Flama -recuerdo cómo mi hijo decía:"que sí papá, que yo lo cuido y lo saco a pasear", y un jamón, ahora tengo que hacerme cargo yo- cuando mi querida esposa hizo que me parara casi al entrar en el ascensor. Venía con dos bolsas. Intenté escabullirme, pero no pude: además de pasear al perro debía tirar la basura. Más tarde pude comprobar que aquello cambiaría mi vida. Y luego dicen que por ayudar en las tareas de casa no ocurre nada malo...

Fotografía: Amanecer en Cádiz (de mi Instagram)

jueves, 14 de julio de 2011

Era un sábado lluvioso...



… Y las enormes gotas golpeaban y volvían a golpear los cristales de Tomás mientras que él miraba por la ventana con la esperanza de ver algún claro en el horizante. Ese día, precisamente ese día, tenía mil cosas que hacer fuera de casa, pero estaba lloviendo. Odiaba la sensación de la lluvia. No le gustaba la idea de ir andando por la calle esquivando charcos para evitar que sus zapatos, sus preciados zapatos, se mojaran y estropearan. Además, la última vez que salió mientras llovía terminó por resbalarse en pleno centro de la ciudad, mojándose hasta los calzoncillos. Desde entonces, decidió que si no era estrictamente necesario salir mientras llovía no lo haría. Miró de nuevo por la ventana y vio que llovía aún con más fuerza, por lo que empezó a pensar qué era exactamente lo que tenía que hacer hoy.

Tenía que ir a la librería del centro para recoger el último encargo y también pasarse por el pequeño centro comercial que había dos calles más allá y hacer la compra de la semana. Al recordar esto se acercó a la cocina a comprobar que tenía víveres necesarios. Comprobó que sin problemas podía aguantar hasta el lunes y salir a hacer la compra, por una vez desde que vivía solo, después de salir del trabajo. Como el encargo de la librería tampoco le corría prisa decidió que, en caso de que no lloviese, también iriá el lunes, antes o después de hacer la compra. Miró en su agenda para ver si tenía algo apuntado para hacer ese día, aunque Tomás siempre terminaba por no apuntar nada en la agenda. Cuando se la compraba nueva apuntaba cada cosa que se le pudiese olvidar. A las dos semanas ya ni se acordaba de que tenía agenda. Como era de esperar, no había nada apuntado en la agenda. Intentó recordar y vislumbró entre los rincones de su memoria alguna tarea pendiente, pero intuyó que era fuera de casa, por lo que desistió al volver a mirar por la ventana y ver que casi no se veía ni la calle debido a la tormenta que hacía.


No quería mojarse. Hoy no quería mojarse. Eran las doce de la mañana y todavía no había comprado el pan, aunque terminó por pensar en que si bajaba a por el pan terminaría mojado por mucho que llevase paraguas, por lo que tampoco tendría pan del día hoy en casa. Al volver a mirar por la ventana notó que la lluvía había cesado un poco pero que persistía. Al ver que la lluvia no dejaría de caer en todo el día decidió que era tontería intentar ir a la librería y al centro comercial o a comprar el pan si por ello iba a pagar el precio de tener que estar todo el camino con los zapatos mojados. A fin de cuentas, tampoco el mundo iba a pararse porque un fin de semana no hiciese la compra o porque no fuese a recoger el paquete a la librería, así que decidió arrebujarse en su manta y sentarse en la cama a leer hasta que el estómago le exigiera alimento o hasta quedarse dormido, lo que pasara primero.


Fotografía: It's raining (de mi Instagram)

domingo, 10 de julio de 2011

PROBEMOS

He leído a Walter Evin,
Sammuel Doms y Martin Cooward,
y aunque acabe de inventarlos,
tú has creído que eran hombres
en el lapso de leerlos.

Créeme. Así es la vida.




Alberto Cancio García