martes, 24 de enero de 2012

Fue una noche grandiosa.
Había salido al pasillo
en mi última ronda del día.
Recuerdo que había cenado
y llevaba los restos hacia la cocina.
Pensaba fregar, o no sé qué leches,
y en tanto me vi en el reflejo azulado
de una puerta acristalada -la luz amarilla,
silencio que había, de blanco vestido 
en pijama ajustado- llegó a encandilarme 
mi cuerpo de pronto, me vi y me gusté,
y reí, como un tonto.

Yo que en mis ratos de ocio
rezaba a la virgen de la pesadumbre
por no ser capaz de moverme con gracia,
estaba intentando sencillas bachatas
al son de la lumbre que encubre callada.

Y no es presunción,
yo lo juro,
pero a mí me gustaba.


Alberto Cancio García
  
  
Hoy me he pensado sin ti,
y sin ti, y sin ti, y sin ti también.
Hoy me he pensado yo sólo,
sin lengua, sin ojos, sin manos,
sin sábanas negras ni ruidos de noche,
sin sol, sin guitarra, novela o piano,
hoy he explorado por fin las entrañas
del alma que soy sin el resto,
y nunca he mojado con tanta dulzura
                                                                mi lecho.



Alberto Cancio García

domingo, 22 de enero de 2012

El pecho henchido, la tersura en los labios,
la luz de los ojos, el aliento infinito, la aguda barbilla
que se alza y recorta de sombras el cuello desnudo.
Una brizna de hierba, un bosque por rala melena,
el halo de sobria confianza irreverente, casi egoísta,
que barre violento la tierra y el polvo de la maldad.

Dejad que las brujas se acerquen a mí.
Hay tras mis párpados negros un horno
que funde, derrite, destruye, moldea y compone

tu nueva verdad.



Alberto Cancio García 
Vivir a las afueras es habitar tierra de paso.
Permanecer sobre el camino.
Parar donde otros siguen.
Viajar de un lado a otro,
del vacío a la plenitud,
de la nada al todo,
de la ciudad a lo sólo azul.

Vivir a las afueras
es sentarse a admirar el instante subrepticio
entre mi cruda vigilia y tu sueño remoto.



Alberto Cancio García
No ve la...
razón, es,
para desnudar la...
vida, vida mía.


Alberto Cancio García

viernes, 20 de enero de 2012

Hallamos sobre la piedra
dura de roer
la evidencia catastrófica
que, dura, roe la piedra:

Amamos.



Alberto Cancio García

miércoles, 11 de enero de 2012

       A duras penas asentías,

a duras penas,

       resbalando en tu gemido

la luz malva

       de los techos invisibles.

Temblabas, pequeñita,

       pedías en silencio,

como un ruego involuntario

       que tu boca no exhalara.



Alberto Cancio García
No nos engañamos.

Nadie puede ser poeta

si no ha visto, o deseado,

cuánto menos, una teta.


Alberto Cancio García
Qué sencillo es escribir cuatro polladas

y que aquellos que te quieren las elogien.

Qué complejo es demostrarles

que esto sólo es el principio.

O el final,

                 de un precipicio.


Alberto Cancio García

AL RÍO

Fue un romance hermoso.


Empezó como un relámpago.


De pronto, se gustaron.


Y bailaron.


La Luna se caía de pasión,
curiosidad, por esta vida.


Se fueron conociendo.


A él no le costó ser vanidoso,
ya lo era, y a ella la embriagó
tanta demencia.


Vestida de ceñidas avenencias
se exhibió, y de flores la contempla
en su terreno, pobre mema,
toca fondo en su atracción
y la embelesa,


poco a poco y que no note
la estrategia,


porque llega el sólo turno de echar suerte,
a ver si se la tira
                                    y a otra nueva.




Alberto Cancio García
Son distintas.

No hay en su mirada su mirada.
Ni sus labios en sus labios.
Ni hay patrón capaz de aparejar
dos pieles tan opuestas.

Ni el tacto de las uñas se parece.
Ni hablar de la palabra, de la gente.

Sólo hay, por una cosa,
homología entre sus dientes:

Dos miradas, cuatro labios, veinte uñas,
me desean.
          Me desean igualmente.


Alberto Cancio García
Es una cortina que descorro
sólo a medias;
en el suelo hay una línea imaginaria
que no puedo atravesar.

Desde allí, como un castigo,
la contemplo.

No me duele que prefiera
ese extremo de la calle.

Lo que punza mis entrañas
es el viento que embarulla
la cortina y que me enreda
a sus repliegues.

Más allá, al otro extremo,
ya lo sé, no puedo estar.

Sonreiré, de todas formas,
cuando llegue.



Alberto Cancio García
Pensaba que del Arte del Amor
no había nada que decir
a estas alturas.

Hoy he descubierto
lo impensable.

Hay cien mil novelas
que cavilan sobre Él,
tres mil poemas que he leído
en las últimas semanas,
mil ensayos, marejadas de relatos
indagando en su materia,
y ninguno ha conseguido
describir con grato acierto
ese nudo de mi labio
cuando le han negado un beso.


Hay, por cada hombre,
una obra literaria
titulada Desafecto.

Alberto Cancio García

martes, 10 de enero de 2012

Es muy triste imaginar la embelesada Luna
más allá de aquellas mesas,
la ventana condenada al negro frío
de un Enero: este bar,
sus fogones, su tenaz perfume a leño,
ausente el soplo de mis textos de otro tiempo
en el pardo abarrotado de fetiches: las paredes,
y poblado de esos otros personajes
que el hastío deposita por las barras macilentas...

Es muy triste comprobar tanta rareza,
llena no -dice la Luna-, he menguado día a día 
desde aquello; y aun refleja platas,
churretosas de evidencia, y mi bar
aun se asemeja a lo que era...

Tan triste imaginar la Luna fuera:
nunca estuvo, en realidad (no es un consuelo);
por entonces ni siquiera vino a dar
con estos textos de mi mesa.
Era un vaso, solamente, para ella,
ya de noche, un intento de indagar
lo consabido, sin saberlo.

Ahora ya no sé, tras la ventana,
lo que sabe, lo que no, la imaginada,
llena Luna, que no entraba:
cuando aun no había menguado
no cabía en este bar de maderones;
no es el mismo (como nada),
pero como Luna, ahí fuera,
al menos la certeza de tenerlo
me aplacaba.


Alberto Cancio García
Imprudente nostalgia
que invita a evocar
los jarabes ya ajenos...

como buenos.


Alberto Cancio García
He medido el múltiple destino
en aras de lo mágico.

No importa que me ocupen
los designios ralos.

Yo sé por qué me amo,
por qué el camino está arrugado.

Hay en él cuatro jirafas
sorteando los repliegues
entre saltos
                      y más saltos,

nunca bajan,
en el límpido relieve,
se dibuja el cielo a cuadros.

Hay doncellas a los lados
de follaje, de papel,
y un ciempiés dando la teta
                     a sus hijastros
sobre él...

¿preguntas que por qué?

Yo he medido mi contorno
y es de duende, y a saber,
cuando el duende llora, ríe,
de sí mismo,
                     y de su envés.




Alberto Cancio García
     

lunes, 9 de enero de 2012

En él la tesitura
compacta de un bastión,
que ve desde la altura
si vengo a ella o no.

En ella la amargura
de hacer, de uno, dos
y ver que a su cintura
apenas llego yo.

Y yo, so la espesura,
cual burdo salteador,
contemplo la ternura
que habita el torreón.


Alberto Cancio García

domingo, 8 de enero de 2012

Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.


José Hierro
-No me amarías
si hubieras nacido en un sitio distinto del mundo-
decía muy seria, y no era consciente,
del mundo distinto que yo estaba viendo...
mientras la miraba, escuchaba y olía.




Alberto Cancio García
Atados van mis miembros
a una cruz de San Andrés.
San Andrés es un gigante
que me obliga a amar sin ver.


Alberto Cancio García

miércoles, 4 de enero de 2012

El discurso del valiente:

Sé valiente.

Carajo, ¿el valiente no eres tú?

Sé valiente.

¡Sálvame!

martes, 3 de enero de 2012

Canto al olvido
que olvidas tu canto
cuando ella, roncando,
no sueña contigo.


Alberto Cancio García

lunes, 2 de enero de 2012

Estar enamorado es una constante natural.
No precisa de pastillas por la noche.


Alberto Cancio García

domingo, 1 de enero de 2012

El Sol, el relente, la brisa, el recuerdo... 
agitan la nuca lo mismo que un beso.


Alberto Cancio García
Mi cuerpo es una lista
de caricias
de mujeres que legaron
su ternura
en distintas proporciones.


Alberto Cancio García
Al fondo,
más allá de la cortina
de mi dulce boca ardiente,
donde lengua y paladar casi se unen
en un páramo suave y cavernoso,
está mi corazón, latiendo fuerte,
rogando el crepitar de una caricia
que le hable de fulgor indisoluble
y amoroso.


Alberto Cancio García
Usaban mi corazón como zapato
y andaban.


Alberto Cancio García