cuando digo lo que digo:
¡verde! ¡que te quiero!
¡A ti! Y no a ese verde
mortecino de pizarra
en que tus hombros se recortan;
y que corta, por debajo de tus hombros,
con respaldo verde silla
-y con patas verde clase
en que tu pie se balancea-
medio lomo de otro medio
que yo miro y atesoro
en mi pupila también verde.
Pero verde de hojarasca,
de boscaje que se quema,
de madera fibrilar por que resbala
tu melena, como lava coagulada
sobre el verde respaldar de verde aula.
Verde. Digo verde,
de tablones que se inflaman,
de dorada exaltación de
bosque verde, y tú, su llama.
Ojalá tuvieras ojos en la espalda,
y todo lo que digo fuera, ¿verde?, una mirada.
Alberto Cancio Garcia
Fotografía: Google (modificada)
Magnífico. Simplemente magnífico. Me encanta la cadencia final.
ResponderEliminarSe me ocurrió a tu lado, ¡¡jajajaja!!
ResponderEliminarEn clase, naturalmente... Manolo Ramos me inspira.
Las clases de Manolo Ramos inspiran a cualquiera. Pregúntale a mi primo, jajaja.
ResponderEliminardios mio, si vosotros os inspirais hasta en el vater...
ResponderEliminar¡¡Jajajaja!! No puedes hacerte una idea!! Jajajaja!! El vater... Fue justo ahí donde descubrí que quería dedicarme a escribir!! xD
ResponderEliminarHenry Miller dijo una vez que hay pasajes del Ulisses de Joyce que sólo se pueden leer en el retrete si se le quiere extraer el sabor del contenido. Yo creo que habría que escribir novelas enteras entre esas cuatro paredes.
ResponderEliminarMe encanta
ResponderEliminar¡¡Mira!! ¡¡Igual que a mí tú!! :D
ResponderEliminarOstras es precioso, Alberto-Federico, que tus verdes me dejan buen gusto de boca, ya que discurren por atuendos verdes y pupilas verdes, que supongo llenas de vida y sin ganas de cortejar a la muerte verde lorquiana.
ResponderEliminarLa primera parte, más críptica, y ensimismada, también me ha gustado un rato.
Abrazos multicolores.