Querido Alberto, por ese primer verso tacharía cien poemas. Me quito el sombrero, ahora que la ansiedad me hincha las sienes. Y es tanto alivio el descapucharme, como la lectura de esta tercera crónica.
Si es eso cierto, amigo, desde este mismo instante suspende mi mente todo cuanto aprendió de moldes, fórmulas y demás protocolos estéticos. Es la pura emoción, automática, la que libera tus sienes, la exaltación y el segundo que ocupa en el tiempo sesgado.
Querido Alberto, por ese primer verso tacharía cien poemas. Me quito el sombrero, ahora que la ansiedad me hincha las sienes. Y es tanto alivio el descapucharme, como la lectura de esta tercera crónica.
ResponderEliminarSi es eso cierto, amigo, desde este mismo instante suspende mi mente todo cuanto aprendió de moldes, fórmulas y demás protocolos estéticos. Es la pura emoción, automática, la que libera tus sienes, la exaltación y el segundo que ocupa en el tiempo sesgado.
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