miércoles, 8 de septiembre de 2010

Bilirrubina 1'

_ Miré. Y me sentí culpable.

_ ¡¿Miraste?!

_ Sí.

Una mueca de Soledad, vacía y renegrida como ella, nunca deja indiferente a nadie. A nadie que se precie, al menos, de ser un hombre íntegro, o de vivir conforme al rito del reposo y la cordura. Porque aun sin muecas, Soledad asusta a los que viven de día y duermen de noche, con un gesto, una palabra, o con sólo abrir la boca y enseñar sus cuatro dientes ambarinos.
Y una mueca. Una mueca es excesiva. Es llegar tarde al trabajo, no cumplir con una esposa, cederle a un buen amigo un vaso lleno de cristales, y mirar la mugre de una esquina sin fruncir el entrecejo. Porque fruncir siempre enturbia las cosas, y ahora, tan de noche, para qué, si ya está bastante oscuro.
La vieja vive ahí, en esa esquina, Soledad. Su nombre, ella, como su hálito de vida pestilente, descubre las cuencas huecas de sus ojos para hablar, y en la hiel de lo que fueron las sustancias, ni ayer lo hubo, ni hoy hay nada. Una mueca tal vez, como todas, y, precisamente ésta, la de esta noche, la más terrible, áspera y rudimentaria de la historia: una mezcla de rigor y desconcierto poco fingido, que maniata lo inteligible y apaga, de dos hachazos, dos farolas.
Y cualquiera, tú o yo, habría corrido calle abajo en pos del sueño de los cuerdos. Escapar del histrionismo de la escena, de la noche y la indigente, del vaso lleno de cristales, y dormir. Pero Martín Tablero no teme a la oscuridad, ni a ella. La costumbre, la suya, ha terminado por admitirle a la vieja esos gestos desgarbados, la actitud retórica y chabacana propia de la ira contenida y detonada a un mismo tiempo, y él se siente cómodo en la calle, confesando sus fatigas y su historia a quien no tiene más historia que la de los noctámbulos que hurgan en su esquina, fatigada.
Alberto Cancio García
Fotografía: Google.

4 comentarios:

  1. "...cederle a un buen amigo un vaso lleno de cristales, y mirar la mugre de una esquina sin fruncir el entrecejo. Porque fruncir siempre enturbia las cosas, y ahora, tan de noche, para qué, si ya está bastante oscuro."

    Me asusta...

    Un sabroso deleite leerlo=)

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  2. Sabroso deleite... jeje, me alegro. Tal vez ese susto sea la razón esencial de la literatura desde el punto de vista que ya mentamos en tu entrada.
    Publica, flor silvestre, que siento esto demasiado mío y no lo es.
    Mil besos.

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  3. ranita del imaginarium23 de septiembre de 2010, 3:22

    Yo iba a comentar el mismo fragmento que cita Ev.
    Confieso, ademas, que frunzo demasiado, y quiza tengas razon Alber y eso enturbie las cosas.
    mil y un besos por tu pelo largo.

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