y el revuelo -como un manto de aguas turbias
espantadas del abismo- prodigaba las estampas
de la muerte. ¡La parroquia, a la parroquia!
Condenados a su suerte, se arrojaban a la gloria,
y ondulaban en el aire, como globos pestilentes.
Alberto Cancio García
Gracias por seguirme y por tu comentario.
ResponderEliminarMi beso
De nadas, mujer.
ResponderEliminarEl mío.