viernes, 15 de julio de 2011
1. Empezando las andadas.
Era una sombría mañana de otoño. Me disponía, como a diario, a pasear a la mascota de la familia, un pequeño perrito pequinés llamado Flama -recuerdo cómo mi hijo decía:"que sí papá, que yo lo cuido y lo saco a pasear", y un jamón, ahora tengo que hacerme cargo yo- cuando mi querida esposa hizo que me parara casi al entrar en el ascensor. Venía con dos bolsas. Intenté escabullirme, pero no pude: además de pasear al perro debía tirar la basura. Más tarde pude comprobar que aquello cambiaría mi vida. Y luego dicen que por ayudar en las tareas de casa no ocurre nada malo...
Fotografía: Amanecer en Cádiz (de mi Instagram)
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¡¡Jejejeje!! Esto me suena. Sería una decisión muy acertada publicar en Ocho esos... relatos que leí hace tiempo...
ResponderEliminarAlgunos no ayudan nunca, ni si es bueno, ni si es malo...
ResponderEliminarDULCE
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