… Y las enormes gotas golpeaban y volvían a golpear los cristales de Tomás mientras que él miraba por la ventana con la esperanza de ver algún claro en el horizante. Ese día, precisamente ese día, tenía mil cosas que hacer fuera de casa, pero estaba lloviendo. Odiaba la sensación de la lluvia. No le gustaba la idea de ir andando por la calle esquivando charcos para evitar que sus zapatos, sus preciados zapatos, se mojaran y estropearan. Además, la última vez que salió mientras llovía terminó por resbalarse en pleno centro de la ciudad, mojándose hasta los calzoncillos. Desde entonces, decidió que si no era estrictamente necesario salir mientras llovía no lo haría. Miró de nuevo por la ventana y vio que llovía aún con más fuerza, por lo que empezó a pensar qué era exactamente lo que tenía que hacer hoy.
Tenía que ir a la librería del centro para recoger el último encargo y también pasarse por el pequeño centro comercial que había dos calles más allá y hacer la compra de la semana. Al recordar esto se acercó a la cocina a comprobar que tenía víveres necesarios. Comprobó que sin problemas podía aguantar hasta el lunes y salir a hacer la compra, por una vez desde que vivía solo, después de salir del trabajo. Como el encargo de la librería tampoco le corría prisa decidió que, en caso de que no lloviese, también iriá el lunes, antes o después de hacer la compra. Miró en su agenda para ver si tenía algo apuntado para hacer ese día, aunque Tomás siempre terminaba por no apuntar nada en la agenda. Cuando se la compraba nueva apuntaba cada cosa que se le pudiese olvidar. A las dos semanas ya ni se acordaba de que tenía agenda. Como era de esperar, no había nada apuntado en la agenda. Intentó recordar y vislumbró entre los rincones de su memoria alguna tarea pendiente, pero intuyó que era fuera de casa, por lo que desistió al volver a mirar por la ventana y ver que casi no se veía ni la calle debido a la tormenta que hacía.
No quería mojarse. Hoy no quería mojarse. Eran las doce de la mañana y todavía no había comprado el pan, aunque terminó por pensar en que si bajaba a por el pan terminaría mojado por mucho que llevase paraguas, por lo que tampoco tendría pan del día hoy en casa. Al volver a mirar por la ventana notó que la lluvía había cesado un poco pero que persistía. Al ver que la lluvia no dejaría de caer en todo el día decidió que era tontería intentar ir a la librería y al centro comercial o a comprar el pan si por ello iba a pagar el precio de tener que estar todo el camino con los zapatos mojados. A fin de cuentas, tampoco el mundo iba a pararse porque un fin de semana no hiciese la compra o porque no fuese a recoger el paquete a la librería, así que decidió arrebujarse en su manta y sentarse en la cama a leer hasta que el estómago le exigiera alimento o hasta quedarse dormido, lo que pasara primero.
Fotografía: It's raining (de mi Instagram)
Hombreeeeeeeeeeeeeeeeee!!
ResponderEliminarLas fotos de Quirós no son de Google :)
ResponderEliminarFdo: Ámbar (Desequilibrios de medianoche)
Llegas y ya te están echando piropos... jajajaja!! ¿Ves, come-oreja? Publicar en Blogger no mata a nadie... :P
ResponderEliminarBuena foto esa. El texto es tuyo, no cabe duda. Deja la Abulia y vente ya a la playa, carajo.
Gracias, melena Cancio jaja. :) puede que ahora publique más
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