Antes que del tambor de mis latidos
-serenos de amarte-
broten inquietos redobles, y el aire
en hoz se cierre al violento platillo;
antes que el torbellino
al verte, eleve al viento en un instante
mi apetito, y rice y venza y se lance
a hundir el lecho que ambos construimos;
así como el padre al hijo destierra
por amarlo, y así
como el árbol renuncia a sus flores...
por dar un fruto que dé otras nuevas,
yo habré del mismo modo irme de ti,
dejándote feliz aunque te añore.
Alberto Cancio García
¿Esta vez la foto sí es tuya? No dejes de publicar nunca, haznos el favor :)
ResponderEliminarQuerido amigo rapero, por el momento pretendo seguir imprimiendo aquí estos ejercicios, sugieran calidad literaria o no. No todos los días puede emplearse uno a lo grande, y blogger es la mejor opción para escribir por escribir. Y bueno, también para robar por robar... No, la foto sigue sin ser mía, ¡jaja!, pero no te preocupes, prometo publicar sanamente a partir de ahora. Seré pirata de cartón por ti :)
ResponderEliminarEs realmente estúpido renunciar a lo que deseamos o queremos simplemente por quererlo o desearlo. A mi es lo que mas me cuesta en esta, mi vida. De todas maneras a veces confundimos la búsqueda, nos creemos que el amor lo es todo, cuando en realidad terminamos buscando la libertad.
ResponderEliminarO algo asi, mira es temprano para mi, pero da igual, queria agradecer tu visita, vecino. Estamos muy cerquita.
saludetes.
Yo no sé si verlo estúpido o justo -quizá sea lo mismo una cosa que otra-, pero claro que tienes razón, mujer: renunciar a lo que deseamos es una salvajada (por eso quizá cuando surge una persona que lo hace, ahí vamos rápidamente a canonizarla). Y es que en cierto modo me posiciono a tu lado: Nada hay más real que desear; nuestro organismo está diseñado para ello, como también lo está el resto de organismos del universo. Pero "Todo" sabe por instinto cuál es su momento, cuándo ceder, y en cambio nosotros aspiramos a eternizar nuestra ambición más allá de cualquier límite, con la débil conciencia como único freno a la barbarie. ¿Cuánto daño somos capaces de derramar aquí y allá sólo por amar sin trabas o pretender la libertad? Ambas cosas se me antojan bellas y peligrosas, porque ambas son lo suficientemente potentes como para destruir el Amazonas o destrozar la vida a una sonriente mujer.
ResponderEliminarYo ya doy por hecho que soy estúpido, Verónica; aun así, trataré de poner freno a mis caricias si intuyo que pueden quemar árboles o manos.
Gracias por comentar desde el Puerto de SANTA María, ¡jaja!
Mil besos.