la música parda al teclado,
bajita, que a nadie despierte,
acordes en una guitarra
sencilla, manida
por noches de Luna
y salitre, la vida
despierta tras estos ojillos
verdosos que ansían mirar... ¿te?
...más allá de los matices
que despliega el horizonte,
mis deseos, un suspiro, o diez
poemas, escritos en cinco minutos,
que son para ti, también para otras,
las novias ocultas de mi habitación,
que bajan y suben renglón a renglón
y no saben que existen si yo no lo digo.
Un cielo, una noche, una puesta de Sol,
los días de hablarle a la Luna dormida,
los ratos mirando al vacío y tramando quién sabe
qué historias. La nuestra quizá; mientras duermes,
te miro, otras veces, y siento que ya no sé nada,
que algo ha debido escaparse a mi alma
y profiere ronquidos delante de mí.
Viajé, recorrí, lo indagué, este mundo,
viví comprendiendo que nada es sencillo,
que hay muchas cosas prohibidas y raras,
no allá sino aquí, en mi cama, aun el sudor
recorriendo mi espalda, y tú, tan desnuda,
ya duermes, tranquila, tranquila y amada.
Hice lo mío, por siempre, en una maraña
de años. He escrito, estudiado, movido
las manos al son de cualquier instrumento,
y no triunfo, de acuerdo, no soy un experto
de nada, me falta aspereza, arrebato,
la entrega del buen pretencioso,
pero sé de la vida, conozco el amor,
mi mente es tan ancha como un escenario,
y en él tú bailaste de noche y de día,
despierta, dormida, y yo me subí sin saber
y aprendí que en el arte no todo es mentira.
Alberto Cancio García
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