Paseamos por el mundo
y sólo vemos la perfecta
sincronía del espacio.
Todo bien montado.
Un Mecano.
Diez tornillos.
No se quiebra el cuerpo
dulce, cuando entran
las espadas en la caja.
No despide la montaña
a quien la monta,
y grita y grita
como un niño, que de niño
ya aprendió lo que No pasa.
(Qué no pasa...)
Nada es grave si es humano,
aunque exceda lo probable,
porque es lógico,
legible en sus subtítulos,
razón profesional.
Levantan los aviones
sus hocicos sobre el mundo
y no es osado.
Monturas eficaces,
palancas de repuesto,
botones insondables,
medidas y prospectos;
garantías, protocolos,
un seguro de por vida,
duermevela porque vela,
al fin y al cabo,
un experto nuestro sueño
de marmota.
Y es seguro y todo está
bajo (la torre de) control.
Una a una por el orbe se reparten
la tarea de cuidar el sueño quieto.
Un millón de esas torretas afanadas
en dictar lo que se puede
y lo que no, por estos cielos.
Y nosotros,
paseamos por su mundo
y sólo vemos la perfecta
sincronía de su espacio.
Nos dormimos.
Y en el sueño:
No quebrante usted esta norma.
Ni imagine que la puerta
puede abrirse... sin palanca.
Ni se arroje hacia el abismo
confiando en que un dragón
de la fortuna… rasgue el cielo
y se le lleve, más allá de estos tornillos.
Porque amigo, si le faltan…
si le faltan las palancas,
los tornillos, y el mecano
de la vida se descuida
entre sus sueños,
y se quiebran los botones,
o se clavan las espadas en la carne,
se derrumba la montaña,
o abre usted la portezuela equivocada,
entonces la humedad empañará
los mil millones de cristales de montura
de los ciento y un expertos del millón
de esas torretas ya inservibles,
pasará lo que No pasa,
y en su mal precipitarse contra el mundo
no podremos ofrecerle una respuesta
bien montada.
Sin tornillos, sin palanca,
ya no habrá seguro alguno
que lo ampare en su carrera.
Y habrá usted de deambular
hacia otros rumbos,
tan ajenos, a esta, nuestra,
nuestra, nuestra, nuestra...
NADA.
Alberto Cancio García,
en Polonia
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