Sube la marea de la mar azul y verde,
unas veces con estrépito de guerra,
y otras con mesura de serpiente.
Trepa en ocasiones a la roca y
se dispara y precipita por la tierra;
aunque a veces la acaricia desde abajo y
se diría que no sube, que resbala
como un vidrio movedizo y transparente.
A menudo la marea sube súbita y revuelta, y
acomete relinchando contra el canto de las piedras;
la marea, también puede subir lenta con los peces,
con la anchura prolongable de una lengua
unas veces con estrépito de guerra,
y otras con mesura de serpiente.
Trepa en ocasiones a la roca y
se dispara y precipita por la tierra;
aunque a veces la acaricia desde abajo y
se diría que no sube, que resbala
como un vidrio movedizo y transparente.
A menudo la marea sube súbita y revuelta, y
acomete relinchando contra el canto de las piedras;
la marea, también puede subir lenta con los peces,
con la anchura prolongable de una lengua
que lamiera la piel tibia de la playa, mansamente.
Mi castillo, tan de arena…
siempre acaba derruido por la mar azul y verde,
unas veces con vehemencia,
y las otras, no parece.
Mi castillo, tan de arena…
siempre acaba derruido por la mar azul y verde,
unas veces con vehemencia,
y las otras, no parece.
Alberto Cancio García