viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz 2011


Esta mañana, por medio de una epístola deliciosa, he recibido el encargo de desearos, en nombre de la Generación del Ocho, una feliz entrada al año 2011. Ya me gustaría transcribir el encargo, pero me faltan energías y tiempo. Dejo, pues, sus deseos resumidos en una imagen que, por gentileza de Eva Alcázar, ha llegado hasta mis manos con el objeto de ilustrar mis palabras.

Salud.

Literatocho,
musa de la Generación.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

ENTRETENIDA E INMADURA POESÍA ADOLESCENTE

A LA MIERDA

Lacónica preocupación por lograr mis objetivos;
horas muertas de mi soledad que nada significan;
¡Afloren los sentimientos de miedo y rabia
en aquel, yo, que ve en morir una costumbre ya viciada!

¿Qué lucha (vida) es esta, sin rumbo ni razón?
¿Cuál, si no, la dirección de mis entrecortados latidos?
Curiosidad entomológica que es mi buscar...
las respuestas, las caricias, la mentira...tal vez la verdad...
¡Que el vacío incandescente deja en frío la existencia!

Me llaman, acudo; me ignoran, escucho; me odian...
y yo, amo... ¡¡No hay maldad aquí dentro!!
Pero sí miedo y vanidad, impotencia asesina ante el rito y la tortura.

¿Qué sentido este vivir, llorando accidentes,
si, “desta suerte”, a todos ronda la muerte,
brutal, que hace de lo bello cosa inerte...?
...asqueroso burdel de las ilusiones, la vida...

Tras la lucha inventada y el sufrir del gigante
las canas y el hedor enloquecen al vivo...
sangre, que no fluye; corazón, vencido.

¡Tantas noches ocupadas, en mi propia hipocresía pudriéndome!
¡Tantas quejas injustas y suicidas!
No quiero vida para daño cruel hacer...
que si el mayor mérito es no hacer pudiendo,
yo lo hago con creces, aun sin querer...

Amor, que ya no hay..., no lo veo..., solo estoy;
triste, me cuenta mi automarginación tras sus muros de piedra.
Vida... ¿y qué? Lobo soy para el humano, pronunciando estas palabras,
¡autómata de la ignorancia!, les escucho a mí acusar...
¡Bah!


I

- ¡Ay qué desgracia la mía!
¡Hay que ver, pobre de mí!
¿Cómo escribir la poesía
si mi único boli perdí?

¡Madre, una pluma yo quiero
pa ser el poeta que fui!
-Niño, no tengo dinero,
¡Ve y escribe con la narí!-.


II

Ha tenido que ser hoy,
justo a la muerte del crepúsculo...
Ahora, bajo el azul apagado
de este aire humedecido.

Ha tenido que ser hoy,
frente al mar metalizado...
Ahora, contemplando con ira de fuego
aquel horizonte curvado.

Ha tenido que ser hoy...
día gris para la esquiva,
cuando, solo, he descubierto
que no importa que maldiga,
que no importa a dónde voy,
que da igual si me despierto
o si dejo que el sueño viva...

Porque no, no vivo en este vuestro mundo.
No vivo aquí, inoportuno,
como queriendo destrozar vuestros valores infecundos.

Que no. Que no. Que no.
¡No soy del siglo XXI!


III

Inmenso estanque brillante,
como eterno país ondulado...
¡Ábreme tus puertas!
¡Déjame vivir en ti, mi amo!

Sí. Un Dios eres para mí,
poderoso pero humano.
Porque en ti la lozanía de una flor del alelí...
Porque en ti las explosiones de un viejo malhumorado...

¡Déjame fundirme en ti, malvado!
¡¡Llévame por siempre atado, aunque deba así morir!!



IV

Anochece en esta playa
solitaria aunque embustera,
pues detrás de mis ojos el mal
se cierne sobre la tierra.

Y yo, sin embargo, muy quieto,
tumbado tranquilo a tu vera,
imagino que tú eres lo único
que en derredor, mi cuerpo rodea.

Y libre de ansiedad ciudadana,
tu prisa distinta recorre la tierra
y se traga cruelmente los granos
que, crueles, mis manos agrietan...

¡Vence tú, mar gaditana!
¡Cómete la tierra fea!
¡Haz tu vaivén más amplio
y llévame con la marea!

V

No me hace falta tinta
para escribir silencios.


TIC – SHHH (I)

Sugerente y vil silencio tal de aquí esta oscura noche.
Suave atmósfera insonora y, en quietud, algo inquietante.
Sustancial abrevadero para sueños y derroche.
Suspicaz como la nada frente al íntegro ignorante.

Sólo hay algo que interrumpe cuan poder la nada tiene,
el "tic - tac" de los segundos, anunciando breves pasos,
dibujando el adelanto, la presente o el retraso,
regidor de todo y nada, mucho o poco, y así va y viene.

Tanta mala servidumbre e inocente complacencia,
hacia vos, silencio inmundo, y cruel el tiempo encaprichado,
que los sueños, ilusiones y versos sin competencia
descuartizáis y demoléis tal si fueran ser de barro.

Libertad sin condición aun poseéis en vuestro enlace.
¡Cuán deseo de partirnos en pedazos se os distingue!
Carcajadas de silencio los segundos van dictando...
pues los ojos ignorantes del que hoy no ve la muerte,

mañana empañarán dos mil pañuelos de mortales
que lloraban, han llorado y llorarán con desconsuelo,
ignorantes más aun de su impotencia ante el espejo
en que juntos, "Tic-..." y "Shhh", danzan danzas infernales.


TIC – SHHH (II)

Quizá silencio y tiempo, imparables saqueadores
sean rectos regidores de ritmos universales,
de la nada y el desorden regidores principales,
de lo todo y lo perfecto revisores mensuales.
Mas, aun, mi puño en guardia, me atrevo, al fin, a señalar,
que desafío con valor a su tic-tac más navajero,
que atrofio, sin perjuicios, mis vocales hacia Nada,
y que me enfrento en contradicho a semejantes carceleros.

Pues sí, existen ritmos no en comunión, asonantes,
no bajo control, redundantes, “baji” y altisonantes,
reverberantes e irreverentes, “malhumeantes”...
Pues sí, conozco ritmos impares, antimilitares,
contra tiempo y silencio dictatoriales.
Ritmos libres y excitantes, ritmos lentos y fugaces...

Como el ritmo de los besos que secuestran nuestras bocas,
masacrando al segundero tras cristal inamovible.
Como el ritmo de caricias imparables y calientes
que sin duda neutralizan el semblante de un tirano.
Como el “tic-...” de nuestras pelvis, contratiempo exacerbado,
que difiere de la Nada hacia un lugar sin enjaulados.
Como el “shhh” de nuestras lenguas que preparan la partida
enculando al cruel silencio con orgásmica llantina.


VIDA Y LUZ

Quiero vida, sí.
Y sí, quiero luz.
Quiero vida y quiero luz.
¿Y quién no? ¿Acaso tú?

La muerte desconoce el sentir de lo que hoy se formula en las mentes...
Y la oscuridad extingue ilusiones, inventadas, pero aparentes.





Alberto Cancio García

viernes, 24 de diciembre de 2010

Homenaje a Carlos Edmundo de Ory

Esta tarde, mientras hacía limpieza con objeto de tener la casa presentable para la cena de Nochebuena, he encontrado un pedazo de papel de cuaderno escolar antiguo, abarrotado de tinta negra y letra casi ilegible, que hubiese arrojado a la chimenea de no ser por la extrañeza de la firma, la cual declara la existencia de un ente privilegiado, capaz de otorgar lo que muchos llaman inspiración en las mentes perversas de cuatro jóvenes distraídos del mundo; y no contento con la inmensidad de mi espíritu curioso, he empleado media tarde, como si de media vida se tratara, en descifrar los códigos inscritos en este trozo de árbol impedido de amar, pues si impedido queda alguien de sus actos, motivos habrá para ejercer sobre él la influencia de las cadenas, y pues no podía ser de otro modo, mi instinto me llevó a transcribir el contenido, que no he comprendido aún, tal es la facilidad de engaño que el ser humano tiene cuando se enfrenta a las palabras. Así pues, quizá haya algún interesado en recuperar la información de un documento ya extinto de la memoria de lo que nuestro abuelo llamara, con razón, poesía, de modo que me han encomendado la labor de enseñar este mensaje y argumentar mi incertidumbre con un nexo gráfico como prueba de su valía.


«Querido diario:

»Han pasado cinco días desde que, a eso de las diez menos cuarto de la noche, se abriera el telón y aparecieran, sobre el entarimado, cuatro jóvenes de aspecto distraído que se hacían llamar miembros de la Generación del Ocho. Uno de ellos, el primero en irse del escenario, quizá por timidez, es quien en nombre de los demás me dicta ahora estas líneas de agradecimiento que escribo en tu cuerpo, tallado en cuadros y con una réplica del Hombre de Vitruvio. No se asemeja al texto creado para la ocasión, que no se reproducirá en palabras en este bloc, porque ha sido entregado a un poeta amigo de la Generación para incluirlo en un libro que recoja todas las adhesiones a este homenaje.

»Carlos Edmundo de Ory murió con 87 años y ha resucitado este lunes, a poco más de un mes de la desgracia, en el aula magna de la facultad de filosofía y letras de Cádiz, acompañado de su familia, de cautautores, de muchos escritores y catedráticos universitarios, y de un humilde grupo de estudiantes que un día decidieron hacer un pacto con la literatura, como si ésta les ofreciese la inmortalidad. Lo cierto es que inmortales se sintieron durante cinco minutos por varias razones: porque apagaron las luces de butacas mientras salían al escenario a representar una dramatización de un manifiesto de fidelidad literaria; porque doscientas personas guardaron silencio con la curiosidad detrás de la oreja; porque compartieron escenario con Luis Eduardo Aute, que aguardaba sentado el último momento de la noche; porque se les permitió exponer parte de su personalidad sobre un entarimado lleno de portadores de un conocimiento previo; porque hasta la viuda de Carlos Edmundo se sintió conmovida con el breve espectáculo; y, en fin, porque sentían muy cercano el calor de la poesía edmundiana y de sus propios amigos, que los observaban desde sus asientos, unos con la cámara en la mano, otros con los ojos abiertos de par en par.

»Así fue el homenaje que pudieron rendirle al hijo predilecto de Cádiz, que paso a paso hizo de la poesía una vida con labios oscuros. Quiero enseñarte el vídeo de la actuación, donde el capitán Cancio lee el discurso que saldrá publicado en ese libro de homenaje que prepara Jesús Fernández Palacios con otros compañeros. Gracias, Jesús, en nombre de estos aspirantes a poetas.


Literatocho,
musa de la Generación»


[NOTA DEL COPISTA: En el reverso del manuscrito se agradece también la labor de Adrián Perales (gadi), quien se encargó de grabar con su magnífico pulso este vídeo]

lunes, 20 de diciembre de 2010

Un

Tengo una simple y mundana cabeza.
Ocasiones tuve de demostrar lo contrario y ni quise
Ni pude por convención o por mi desvarío
Tétrico, auténtico, absurdo y ávido de
Opciones para no argumentarlo.

viernes, 17 de diciembre de 2010

EXPLICACIÓN DEL SIGNIFICADO DEL TEXTO TITULADO "CALÍOPE", TRES O CUATRO ENTRADAS MÁS ABAJO

ADVERTENCIA: No lean esto si prefieren descubrir el sentido del texto por cuenta propia. Como nadie ha llegado a una conclusión plausible, describiré aquí su significado:

En realidad, si estuviésemos acostumbrados a "el buen leer", primero buscaríamos el significado del título. Con ello uno puede hacerse ya una idea bastante clara de por dónde irán los tiros.
Pero no contemos con ello, ¿de acuerdo? Pongámonos en el caso común: Como el título no nos dice nada útil y uno siempre lleva prisa, pasamos directamente al diálogo.


" - Disculpe, ¿me haría usted un favor?.
- Sí, dígame.
- ¿Me haría usted otro?.
- ¿Cómo dice?.
- Gracias. Muchísimas gracias."


Bien. Todos habrán supuesto que esta conversación tiene lugar entre dos personas. No conocemos el contexto en que se hallan ni otras características específicas sobre ellas, pero lo que sí podemos intuir es que no se conocen, o al menos no demasiado: "Disculpe", "usted", "dígame"...; la cordialidad en el tono de ambos lo desvela.

Tenemos, pues, a dos personas que no se conocen en exceso y que se disponen a una conversación. Una de ellas, llamémosla Emisor 1, abre la comunicación de esta manera:

E1-"Disculpe, ¿me haría usted un favor?".

La persona hacia la que va dirigida la petición (Emisor 2) responde displicente a E1:

E2-"Sí, dígame".

Hasta aquí no hay problema. Una persona necesita un favor, lo pide a otra persona, y ésta se siente en disposición de contentarle. Ahora bien, la respuesta de E1 resulta algo chocante, ¿no es cierto?

E1: "-¿Me haría usted otro?."

¿Qué ha ocurrido? E1 pide "otro" favor. No es el mismo. Es otro. Y nadie entiende por qué, cuando ni siquiera ha especificado la naturaleza del primero. Pero la extrañeza no nos concierne sólo a nosotros:

E2: "-¿Cómo dice?"

E2 siente que se ha perdido de repente. E1 le ha pedido un favor, él manifiesta su disposición a concederlo y sin embargo E1 no lo especifica, no lo pide, sino que pasa directamente a pedir otro. El "¿Cómo dice?" representa en este contexto la sorpresa, la incredulidad, la sospecha de que E1 no pretende una interacción normal.
Pero aquí no acaba la cosa. Tras la segunda intervención de E2, E1 responde:

E1: "-Gracias. Muchísimas gracias."

Esta es la clave. El agradecimiento de E1 sugiere algo que no podíamos haber imaginado: ¡El favor se ha consumado!

Así, releyendo el texto, entendemos que el primer favor también ha sido concedido, y que ésta es la razón de que E1 considere oportuno pedir otro. Ninguna de las peticiones de ALGO queda en el aire para E1, aunque E2 no entienda, como nosotros, qué demonios ha hecho para conceder ese ALGO.

E1: - Disculpe, ¿me haría usted un favor?.
E2: - Sí, dígame.
E 1: - ¿Me haría usted otro?.
E2: - ¿Cómo dice?.
E1: - Gracias. Muchísimas gracias."

Releemos el texto una y otra vez, tratando de averiguar la naturaleza de los dos favores y el momento en que han sido consumados. Esto, probablemente, nos lleve a concluir que E1 sólo pretende la atención de E2. Y, en cierto modo, esto no es erróneo. Las intervenciones -y sólo las intervenciones- de E2 tienen el poder de subsanar las necesidades de E1.


Pero ayudémonos de todos los elementos: ¿Qué podríamos decir de la imagen?
Es una gráfica de sonido. Una pista de audio en la que se halla representada una voz. Todos hemos visualizado alguna vez una pista de grabación digital, y, para aquellos que no dominen el tema, ésta es la apariencia que adquiere la gráfica cuando lo registrado es una voz humana.

Así, podríamos concluir que esa "voz humana" tiene bastante que ver con los secretos que entraña el texto. Tengamos en cuenta que las intervenciones de E2 son diferentes (en una describe "disposición" y en otra "extrañeza") y que sin embargo, E1 considera que ambos favores han sido concedidos.
¿No estará todo irremediablemente relacionado con la voz?


Otras consideraciones pueden llevarnos a meditar sobre el sexo de los interlocutores. En realidad, dadas las circunstancias sociales en que nos encontramos, el sexo no es en absoluto relevante, pero sí lo son las convenciones sexuales:
¿Qué sexo atribuiríamos a cada uno de ellos?

Este texto se asemeja a una adivinanza académica, pero no debemos olvidar que yo lo escribí para hacer Literatura. Y lo es, claro que lo es, como en realidad lo son también las adivinanzas tradicionales.
Los estudios universales sobre Literatura describen la recurrencia de ciertos temas a lo largo de toda la historia de la humanidad. Sobre estos temas se reincide continuamente, sobre ellos recae el interés fundamental del hombre desde su configuración como ser inteligente. Y son -sobra decirlo a aquellos que conocen el Arte- el Amor, el Deseo y la Muerte.

Todo aquel que lea, oiga música, vaya al cine, o dedique su tiempo a la contemplación atenta de obras pictóricas, coincidirá conmigo en que el Amor y el Deseo, en sus diversas interpretaciones y manifestaciones, queda patente en un ochenta por ciento de las obras artísticas conocidas.
Así, cuando nos encontramos ante un texto extraño, ambiguo, con un sentido ininteligible en apariencia, no debemos obviar las relaciones que éste puede guardar con el tema amoroso en cuestión.

Quede claro que estas observaciones no son esenciales para comprender el significado de mi entrada, pero aun así, ¿podríamos relacionar la intencionalidad de E1 con un tema tan recurrente, no sólo en la Literatura Universal, sino en la mayoría de mis escritos, como el Deseo Amoroso?
Sí, claro que podríamos. Y en este caso, las convenciones nos llevarían a identificar a E1 con un hombre o mujer con capacidad de desear a E2.


Pero olvidemos ahora todas estas reflexiones sobre la atracción, sexual o emocional, y lleguemos a la conclusión final.

El título. Qué significa el maldito título: Calíope.
Calíope es el nombre de una de las nueve musas de la mitología griega. A ella se atribuían los dones de la poesía épica o, más concretamente, de la canción narrativa. Sí. Qué chasco. ¿Qué podría identificar este texto con el género de la Épica? La respuesta es: NADA.
Para hallar la única y determinante relación existente entre "Calíope" y la historia dialogada del relato es necesario conocer la etimología del término.

Y es aquí cuando todos hemos de sonreir, supongo, si es que aun seguís ahí: Era sólo eso. Echar un vistazo a alguna enciclopedia y comprobar cómo podría traducirse el título.

Calíope, Καλλιόπη en griego antiguo, Kalliópê, significa en castellano: 'LA DE LA BELLA VOZ'.

" - Disculpe, ¿me haría usted un favor?.
- Sí, dígame.
- ¿Me haría usted otro?.
- ¿Cómo dice?.
- Gracias. Muchísimas gracias."

E1 pretende un favor. E2 le habla, emite VOZ, y el favor queda concedido. E1 vuelve a pretender un favor. E2 le habla, vuelve a emitir VOZ, y el segundo favor se concede.

E1 pretende, única y exclusivamente, oir la VOZ de E2. La E2 de "la bella voz".

Eso es todo. Gracias por leer hasta aquí, aunque no era tan complejo. La próxima vez, cuando leáis un Título y el texto no os desvele su signidicado, buscadlo. Está ahí por algo.




Alberto Cancio García

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Una mañana cualquiera...

Un suspiro. Otro.
Un tímido bostezo
seguido de un resoplar
y otro y otro y otro.
Ya con la garganta aclarada
suena otro suspiro.
Ahora un bostezo no tan tímido.
¿Nadie lo escucha?
¿Nadie se da cuenta?
La docencia está pidiendo auxilio.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Te invito a...

...Un inolvidable paseo por la calle Ancha,
por Oxford Street
o por la playa con Lulú.

También a un café especial
-especial porque es junto a ti-
en el aeropuerto que tú elijas.

jueves, 9 de diciembre de 2010

SIN DESTINO

No siempre existe la posibilidad de errar con tanto tino. Se llama Mérito y viaja conmigo desde hace seis horas.
Aclarémoslo cuanto antes: Uno no es esencialmente responsable de todas y cada una de las vicisitudes con que se topa; y si además esas vicisitudes resultan ser atractivas o, cuanto menos, atrayentes (hablemos de perspectiva), ¿qué hay de malo en agarrarlas por el brazo y morder a tientas el fruto a veces agrio que contienen? Agrio...

Quizá no me crean si les digo que llegué a este tren por accidente: Un error, sí. Un disparate y una catástrofe en la línea semi-indivisible de lo consuetudinario. Pero fue mi culpa. No hubo hierros ni exposiones ferroviarias, no fue el sueño interventor de mis destinos, ni la niebla, ni el dinero, ni un anciano moribundo en el vagón contiguo. Fue tan mío, tan real, tan sincero e inadmisible que las razones se imbuyen en el absurdo de mi historia cotidiana.

No. Ya lo sé. No me creerán tan fácilmente. Quieren que les cuente esa otra historia, ¿verdad? Aquella de una foto en la cartera, de un billete de ida y vuelta hacia París, de una espera sofocante, y la estación, la revista, el corazón... Y su reencuentro taquicárdico también quieren que les narre, eso es, y que describa el sabor y la textura de los besos, la sonrisa, la extrañeza. Y el brazo que acaricia por encima de los hombros y que tira del amante hacia la calle. Él con la maleta a cuestas, muy, muy pesada, sea ésta de quien sea, lleve dentro lo que lleve.

Yo lamento decepcionarles, ciertamente, y no estar a la altura de sus exigencias literarias, pero ninguna de estas cosas que desean tiene cabida en mi relato. Ni siquiera la amante. Ni París. Ni la sombra esperanzadora de un reencuentro. Tampoco la maleta obesa y misteriosa, y quizá, dado el contexto en que me veo, esto debería agradecerlo.
En esta historia de percance, demonios, por no caber ni siquiera yo mismo quepo, pues en general toda asimilación de accidente subyace a la idea extrema, brutalmente opuesta, de lo cotidiano: La equivalencia entre la peculiaridad del hecho irregular y la línea uniforme, metódica, de la realidad común es intrínsecamente negativa; y yo, como digo, no he respetado la ortodoxia en la oposición de estos conceptos.

El tren serpenteaba toscamente el altozano rioplatense y un rail mal emsamblado lo lanzó hacia el precipicio.

¿Ven? Un rail mal emsamblado: Una causa, un detonante. Una tecnología que reprobar, un ser humano a quien meter en la cárcel. En tal caso, la hipotética alternativa yacería, muerta pero deseable, en impedir que ese detonante se activara. El precipio, la consecuencia, sería reemplazada entonces por la nula alteración del orden práctico en la línea de lo cotidiano.
De no ser por algo, aquello no habría sucedido. Es una cuestión extrapolable.
Pero dónde está ese algo, y dónde está ese aquello en la específica razón de mi circunstancia.


CONTINUARÁ...






Alberto Cancio García
Fotografía: Google

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Calíope

- Disculpe, ¿me haría usted un favor?

- Sí, dígame.

- ¿Me haría usted otro?

- ¿Cómo dice?

- Gracias. Muchísimas gracias.






Alberto Cancio García

lunes, 22 de noviembre de 2010

París, 21 de Noviembre del año 2010

Vapor de sueño. Una nube de irrealidad que envuelve, acaricia lentamente y envenena sin gemidos, sin violencia, como el trazo de un olor que atravesara de repente los cristales de esta casa, de los ojos, de la vida; y que se hiciera, por la fuerza, con el aire enrarecido de las calles de ahí fuera, y con aquel que lo palpa, ronroneando en las entrañas, extrañado, porque siempre imaginó un son distinto en las esquinas nebulosas, porque todos y cada uno de los sueños anteriores permitieron un lugar para la duda, para lo ambiguo. Y no fueron tan reales como éste.

París: Vapor o cadena interminable de alucinaciones. Aura subrepticia de lo imaginado. Horas. Páginas. Sucesión apabullante de eslabones fotográficos, uno tras otro, corriendo ante los ojos como un álbum de recuerdos inciertos.
Icono, símbolo, corriente, influencia, esbozo tosco en los apuntes saturados: el germen, cimiento, principio y causa de las cosas, acotación obligatoria en los suburbios de la hoja ...Bastilla ...guillotina ...ajenjo ...flor del mal. Libro de Historia, libro de Arte. Inherencia. Crucial inherencia.

Hoy, sentado en la escalera, busca el visitante nocturno a Crucial Baudelaire, a Inherente Lautrec, y no los ve, no los intuye en el tiempo remoto, pero como en la sustancia de los sueños, de uno más de aquellos sueños y glosas académicas, a ambos huele alucinado, sí, y los percibe en la vigilia, esta vez con un billete de avión, allí, tras el bolsillo trasero de la hipotética maleta.






Alberto Cancio García

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Papel cayendo en un charco mientras su dueño trata de cazarlo, con otra inquietud de la existencia

Se me ha mojado el pánico al mirarlo:
era rojo, viajaba entre las gotas,
la lluvia lo empujaba al infinito
luchando contra un puño desgastado.
Cayó en un charco, verde como el sol
cuando cubre su cara del otoño.
Dos ondas emergieron de su cuerpo,
dos piernas retomaron su trayecto.

Un niño se detuvo a ver el charco,
y con su inocente imaginación
creyó entender la vida de los barcos.


Jorge Andreu
17 de noviembre de 2010



sábado, 13 de noviembre de 2010

Esperanza

Hoy quiero parar el tiempo,
quiero estar tranquilo.
Hoy no miraré el reloj,
hoy no viviré el pasado.

Me siento en un parque
y miro a todos lados
mientras que en un litro
ahogo todo mi futuro.

Hoy sólo quiero solaz,
sólo viviré el presente.
Hoy sólo pienso en mi,
da igual el resto de la gente.

No es que sea egoísta,
es que estoy un tanto harto.
Sólo quiero sosegarme.
Quiero controlar mis trazos...

jueves, 11 de noviembre de 2010

El limbo

Hoy escuché decir a alguien que la iglesia ha declarado que ya nadie va al limbo. Es una pena que un sitio tan grande esté desaprovechado. Podrían dejar el lugar para organizar conciertos o eventos similares. Sé que es una idea utópica. Al final, pondrán un Carrefour o un hotel con vistas a la nada. Ya no se valora el arte...

Abraham Quirós Villalba

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Coda melancólica

Se manchan los papeles sin decir
la música que suena en mis entrañas.
Parece todo un sueño:
irreal como un boceto, imaginario
como una fantasía de nostalgia,
transparente como el cristal que ahora
del mundo y los sentidos me separa.

Podría lanzar gritos
de dolor, pero no me duele nada.

Tengo una enfermedad tan incurable
que ni la tinta puede ya
nombrarla.

¡Maldita seas, poesía,
si en una noche triste, como tantas,
me miras desde lejos
y guardas tras el humo tu mirada!


Jorge Andreu
10 de noviembre de 2010
Con estos versos firmo el final
de mi primer cuaderno Paperblanks,
herido como Mozart.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Pecado Original

Me ahogo porque de vez cuando,
como me gusta tan poco este lugar,
intento averiguar
cuánto tiempo puedo estar sin respirar.


Vivíamos en un piso pequeño que se parecía al paraíso, siempre había serpientes dándole forma a las esquinas, y manzanas rompiendo los cristales para que entrase el calor del verano abrasador de agosto.
Eva Te.
Eva Te pide disculpas por repetir el
fragmento inicial. Gracias.

¡Vúrro!

Al volver de la facultad he visto una pintada que pone "Soy feliz bendiendo cocaina". Ahora tengo miedo. El equilibrio de las tildes y las b/v se ha roto y me veo obligado a arreglarlo para que no tengamos que entrar en un conflicto. Lo siento por vuestros ojos, pero el universo lo necesita si no queremos que se convierta en un caos gramatical... ¡Vúrro!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Haiku culinario (un inocente jugo de palabras)

El verbo se hizo carne
y con tu salsa brava
hicimos estofado de sintaxis.

Jorge Andreu
6 de noviembre de 2010

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Retrato de una Generación aún no tan madura

Aún no somos tan maduros como nuestros allegados quieren pensar. Somos veinteañeros con muchos sueños a nuestras espaldas y muchas ilusiones que cumplir. Una de las mías era gozar de la ya disfrutada oportunidad de conocer a Luis Landero, compartir unas palabras con él y pedirle una firma de mi novela favorita, que, desde mi descubrimiento gracias a nuestra buena amiga Nieves Vázquez, ha vivido ya cinco lecturas, tres de las cuales han sido mías, tan disfrutadas como la primera. El pasado jueves, en el transcurso del Congreso de la Fundación Caballero Bonald, vimos cumplido uno de nuestros sueños.

La temática del congreso era “Enseñar la literatura”. Don Emilio Lledó, que cerró la última sesión con una hora inolvidable, se situó en el “la”. Nosotros nos quedaremos en la “literatura” como buenos amantes de la Madre Letra, porque en el “Enseñar” pondría, en un pedestal, la historia de Luis Landero, quien nos deleitó con el recuerdo de cómo se acercó a la literatura. Nosotros, que también hemos sido adolescentes «poco o nada recomendables» —tal como se autodefinió el escritor—, queremos compartir con vosotros la emoción de una instantánea que guardo como un tesoro. Gracias, Luis, por hacernos sentir igual que Faroni y dejar que maduremos el retrato de este blog con el sabor añejo de alguien que llegó a la literatura para quedarse, y que esperamos siga así durante muchos años.


(De izquierda a derecha: Jorge, Alberto, Abraham, don Luis, Sara y Amelia)

Tenemos, con este, dos recuerdos en fotografías de personalidades literarias, más una dedicatoria de Josefa Parra en su Tratado de cicatrices, aunque guardamos fotos con más. Esperamos que la colección vaya en aumento.

Jorge Andreu

lunes, 1 de noviembre de 2010

¡Soporífero!

Un auténtico coñazo.

Una nube soporífera y
una voz que te acaricia
- más bien toca-
las gonadas.

Un trompo en el oído
o
una estufa en invierno.
Quiero decir que me duermo,
aunque preferiría -con creces- estar dormido.

(Y las malditas manecillas de este reloj no se mueven...)

A unas buenas,
es como un lanzallamas que te derrite el cerebro
e intenta amoldarlo a su gusto.

Damn it!

Es como una anestesia general
que habla de homosexualidad,
de poesía de poetas.

(Y si logra atraparte...)

Aburre a Sanchez Dragó,
hace llorar a cualquiera.
Quiero decir que tengo sueño
y no me deja dormir este ruido.

Es, simplemente,
un somnífero doctorado
por vía auditiva...


Abraham Quirós Villalba,
aguantando el tirón

sábado, 30 de octubre de 2010

DECADENCE NOW

…otra tarde cenicienta.

Mustia y cenicienta, ¿no decían? Lánguida,
de esas tristes, yermas, morriñosas,
las de perro, niño, Dios u hombre abandonado.

Es poesía al fin y al cabo...
Es poesía.

Entra en casa, toma el libro,
mímalo entre tus ascuillas,
apacigüa el universo
de tu angustia y hazte de él
una esquinita, de colchón.

Así sabe a realidad la ceremonia literaria,
así huele a miel la muerte y el gusano que la cobra,
y qué importan los cien pies de los ciempiés si, a bocajarro,
de los cien tú les ves dos y te resignas.

¡Es poesía, al fin y al cabo...!
¡Es poesía!

Otra tarde cenicienta, y tú mismo en ese perro
y ese niño y ese hombre, y esa angustia prometida,
que pretende ser deseo y sólo es arte, sólo arte,
cual miseria que esputaras desde el hueco de tu alma
y revolvieras con la lengua laboriosa.
De pasión agusanado,
de quimeras, de gargajos.


Y por qué nos los tragamos, botarate.
Y por qué nos los tragamos si es un asco.





Alberto Cancio García

viernes, 29 de octubre de 2010

El cóctel de mi esencia

Hoy flotan cuatro hielos en mi pecho:
la música, los libros, la pintura,
el mundo de los besos —y el silencio
atado a nuestra sombra.

De un sorbo nos llevamos los olores
que rasgan nuestras penas, los abrazos
que nunca merecimos, las canciones
huérfanas de armonía.

Si trago, la pintura contonea
en plácidos mecidos sus palabras,
profundas, como el timbre de la letra
que escapa de un acorde.

Si soplo en la boquilla, todo es verde,
efímero —así son las caricias
surgidas de un silencio, del latente
murmullo de la prosa.

Si bebo y saboreo, todo es uno,
igual que un beso es fruto del recuerdo.
Si quema mi garganta, sólo es humo
exhalado de ausencia.

Si, después de todo, nada es de polvo,
los besos, la poesía, la pintura,
la música:
tan sólo eso me queda.


Jorge Andreu

miércoles, 27 de octubre de 2010

HOMENAJE

EL BESO DE CORTÁZAR

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar

martes, 19 de octubre de 2010

TÚ SENTADA AHÍ DELANTE

Verde. Digo verde
cuando digo lo que digo:
¡verde! ¡que te quiero!
¡A ti! Y no a ese verde
mortecino de pizarra
en que tus hombros se recortan;
y que corta, por debajo de tus hombros,
con respaldo verde silla
-y con patas verde clase
en que tu pie se balancea-
medio lomo de otro medio
que yo miro y atesoro
en mi pupila también verde.
Pero verde de hojarasca,
de boscaje que se quema,
de madera fibrilar por que resbala
tu melena, como lava coagulada
sobre el verde respaldar de verde aula.

Verde. Digo verde,
de tablones que se inflaman,
de dorada exaltación de
bosque verde, y tú, su llama.

Ojalá tuvieras ojos en la espalda,
y todo lo que digo fuera, ¿verde?, una mirada.




Alberto Cancio Garcia
Fotografía: Google (modificada)

domingo, 17 de octubre de 2010

RECHAZO (I)

Dame
una sola razón para no recordarte,
y haré
con tu triste motivo,



misántropo,



un nido de barro al que a veces, volando
regresen henchidos de pan los recuerdos,
y acuerden cebar y nutrir el olvido.


Alberto Cancio García

lunes, 11 de octubre de 2010

Un ciclo de amor (II. La luna)



Brillaban los secretos de tu boca
como luces en una noche inmensa.
Las olas, las gaviotas,
la música, tus ojos.
El mundo me enseñaba tu belleza.
Alumbraba la luna
la tez serena y suave, dulce y blanca,
de aquella mujer que era aún muñeca.

La luna estaba llena.

Forjaba entre nosotros nuevos lazos
el fuego azul y gris de su linterna,
lucero ante lo oscuro.
¡Qué triste estaba yo, y qué serena
tu mano resbaló por mi cabello!
¡Qué alegre me dejó tu risa tierna!
La luna nos miraba,
sus lágrimas caían como estrellas.
Estaba lejos ya de nuestros besos.
De rabia y de dolor rota. Y entera
dispuesta a darnos lumbre.
Del cielo prisionera.

Todavía está llena.

Nos quiso tanto, entonces,
que no se separó de nuestra acera.


Jorge Andreu

miércoles, 6 de octubre de 2010

Neytiri

Tus ojos infinitos en el ámbar perfumado de la hoguera.
La penumbra tibia, el haz de los contornos temblorosos,
y el momento, tan preciso, en que te vuelves hacia mí.
La sonrisa puntiaguda, ahora, tras el leve palpitar del bosque oculto,
tan serena, tú, ¡tan silente y tan hermosa!;
las estrellas salpicaron su fulgor sobre tu rostro de felino inteligente,
y en tus sienes atigradas, y en los flecos y las plumas derramadas por el cuello,
trenza el tiempo las raíces y la historia de tu mundo inalcanzable.

Has brotado de la tierra, lentamente rociada, y por eso tu sosiego,
y por eso la templanza y la frescura de tu aliento exuberante.
Y has regado la aureola de tu cuerpo embebecido, natural y
estilizado, como el torso azulvioleta en la cascada que resbala
por tu frente, y tu nariz y tus mejillas y tus labios apacibles.

Y tus ojos, por supuesto. Sólo ellos. Son tus ojos.
La pupila incandescente de que parte el pensamiento,
la pestaña colindante que lo cerca quedamente, que lo riza y lo proyecta,
la ventana cristalina y fascinante hacia tu alma, que me mira enfebrecida,
de tu ensueño palpitante, y empapada de deleite,
y empapada de su bosque, y empapada del verdor, y de la esencia, de tu vida.

A la humana de la selva
tildada de salvaje por los blancos.

Alberto Cancio García
Fotografía: Google (modificada)

martes, 5 de octubre de 2010

Juguemos (I)

Siempre creyeron que podían marcharse

sin más

a mitad del hermoso crepúsculo.

Y así vieron lo que vieron:

Mediocre pus, culo.


Alberto Cancio García

jueves, 30 de septiembre de 2010

De cualquier manera...

Sube la marea de la mar azul y verde,
unas veces con estrépito de guerra,
y otras con mesura de serpiente.

Trepa en ocasiones a la roca y
se dispara y precipita por la tierra;
aunque a veces la acaricia desde abajo y
se diría que no sube, que resbala
como un vidrio movedizo y transparente.

A menudo la marea sube súbita y revuelta, y
acomete relinchando contra el canto de las piedras;
la marea, también puede subir lenta con los peces,
con la anchura prolongable de una lengua
que lamiera la piel tibia de la playa, mansamente.

Mi castillo, tan de arena…
siempre acaba derruido por la mar azul y verde,
unas veces con vehemencia,
y las otras, no parece.

Alberto Cancio García

lunes, 27 de septiembre de 2010

Ingeniera Botánica (I)

Si riegas con lágrimas puercas
la losa cuadrada del suelo macizo,
antes que el Sol aparezca
habrán germinado y crecido edificios.

Alberto Cancio García

Fotografía: Google.

domingo, 12 de septiembre de 2010

BILIRRUBINA 3'

La lluvia no miente. No a Soledad, cuando la moja y la destiñe sin decoro. Está vieja, sucia, fea, y la verdad es el reguero de inmundicia que gotea entre sus piernas, y la costra que resbala por su cuello inexistente, y un traspiés después del charco, la cojera, y el dolor al sacudir los huesos contra el eco acartonado de las calles. Antes sabía llegar sola a los toldos cubiertos de San José, no importaba lo que lloviera, pero ahora, sin bastón, ¿cómo hacerlo? Sólo un ciego entendería lo sencillo que es guiarse por razón de surcos hondos y ranuras horadadas en los bordes de la losa, el cantar del adoquín más suelto, la pendiente hacia la izquierda, la tercera columna, y luego el charco, porque ahí suena la lluvia más violenta, y una rama entrometida del quinto árbol, esa con cuidado, despacio, se agacha una un poco y no hay más trabas hasta el borde de la esquina, a esperar que escampe. A esperar.

Que cese la lluvia y no se lleve la costra, por favor, que apesta pero entibia el cuerpo lastimado. Ya veremos cuánto tarda, que no huele a lluvia larga ni tan largo es el camino de vuelta. Que una es ciega pero sabe. Y sabría llegar sola, con bastón, pero qué si se perdió. Pues que espere el jovenzuelo. Él tendrá el aguante y ella sueño tranquilo y guarecido. Y cuando escampe, que la lleve. Despacito. Sin prisa que ella sepa donde pisa. ¡Ay si no lloviera! ¡Ay si tuviera el bastón! ¡Qué chico el mundo! Y no tan grande como dicen. Este joven, pues porque él ve, ya se piensa que es más listo que el hambre. Pues por hambre ella ha aprendido a leer las cosas del suelo, vaya, y se las sabe de memoria, como si fuera un trabalenguas. Y si a este niño la lengua se le atora para hablar de una chiquilla, qué sabe él de esas cosas, que son de vieja, los laberintos y trabalenguas, claro, no de Sole. ¡Soledad! Que una mengua y tiene nombre.

_ ¿Cómo se llama la niña?

Y Martín, estupefacto, siente el fuego del rubor, y el suelo quema de repente, y quema el brazo de la vieja, el quinto árbol y la esquina, todo arde en forma de nombre, las ramas y cornisas echan humo, y se despide el dulce olor. Es un incendio apasionado y las palabras no le salen entre llamas. Se consumen allí dentro, con su nombre, tras la lengua que no lo toca, lo derrite y lo evapora y lo deshace en polvo blanco.

Soledad se escandaliza silenciosa. ¡Ay dejar que la acompañe un mozo torpe! ¡Es un nombre! ¡Ay de ella, que le entrega sus fanales a un zopenco! ¿Que no sabe trabalenguas? ¡Que no sabe ni decirle el simple nombre de la niña!

Pero ya sí, ahora sí, él lo sabe, lo entiende, y lo enciende y carboniza. Ni siquiera un trabalenguas en papel arde tan bien como su nombre. Se lo guarda entre las brasas del pensamiento para siempre. Y allí queda, palpitante. La lluvia apagará los rescoldos, ¿no es cierto? Y luego el nombre será ceniza. Será la nada.

_ ¡Ay si no lloviera!

No importa. Porque llueve, pero sabe el fuego resurgir de la nada y de repente. Un instante, una chispa, un nombre, y florece entre los labios, duele, quema, se siente. Claro que se siente.
Extinguirse en la candela no es cuestión de finitud. Ya pueden correr, como dicen, quinientos años, que el nombre, el de ella, resucita una y mil veces, cebado de su propia combustión. Es el Ave. El Ave Fénix. Y la calle y la indigente, y él turbado.
Vuela, pájaro de fuego. Vuela lejos y acobarda a los demonios.
Ya no lloran. Ya están limpias las baldosas de la noche.







Alberto Cancio García

jueves, 9 de septiembre de 2010

BILIRRUBINA 2'

_ Era bella.

Y Soledad mira sin ojos. Se disgusta. Se resiente. Se entristece. Porque ella también lo fue.

_ Y la miré.

No. No fue ayer, pero sí hace siglos, cuando todo era salvaje en los cabellos y el Sol tenía forma de secreto. Fue bella Soledad entonces. Joven, liviana y sonriente, volvía tarde a casa, húmeda de amor y sal entre los muslos, enterrando los pies bajo la seda de la playa a cada paso, para no llegar. Para anclarse en la mocedad y en la blancura de la noche llena.

_ ¿Era blanca?

Y el blanco se vuelve eterno entre los labios de Martín. Reluciente, como el mudo palpitar de las estrellas a lo lejos. Y es un techo eso de arriba, maldito, una ruin baldosa negra, y otra y otra, mal juntadas todas, y por eso, las estrellas. No son puntos solitarios, es el cielo que se cuela por las brechas y junturas. Muchos de esos agujeros son de ella, fueron de ella, cuando aun tenía fuerzas para alzarse a más de un metro y con las uñas desgarraba la argamasa del ladrillo.
Hace tiempo que no busca arañar nada, sucia vieja, y se abandona entre la mugre de su esquina polvorienta. Para qué tergiversar la realidad de estar podrida. Para qué. Es el velo del recuerdo lo que el joven quiere darle, sucia lacra, esperanza, juventud.

_ Fuera de aquí.

Que no es tiempo de mentiras ni sonrisas. Que al techo de la noche se han subido sus demonios y están golpeando las baldosas con puñales y martillos de recuerdo, y como ella ya no añora, ya reniega de su playa y de su vida, los recuerdos son tan tenues que se quiebran en el acto y caen al suelo.

_ Óyelos, están llorando.

_ ¿Quién lo hace? Sólo llueve.

_ Los demonios en el techo. Se les rompen los martillos.

_ Pobres. Pobres.

_ Vamos pronto bajo un toldo. Se acabaron las sonrisas. Yo era blanca por entonces.
Pero han muerto ya los tiempos en que Soledad era Sole.





Alberto Cancio García

Problema léxico-temporal


No sé si decir que es fácil o que no es difícil, ciertamente no es lo mismo lo uno que lo otro. En ello gasté buena parte de la mañana, en decidir que expresión sería la más correcta. Hablar como es debido es ya una obsesión, como ordenar los libros por tamaño o las especias por colores. Pero la cuestión que me rondaba iba más allá de una simple complicación léxica.


Hace unos años compré a través de una subasta un reloj de pared, de esos que ya hoy en día pueden considerarse “antiguos”. No había dado problemas de funcionamiento, los únicos problemas causados por el reloj se situaban en el extremo más alto de mi cuerpo, cada vez que llegaba el momento de restar una hora de vida. La manilla que contaba sesenta sin cesar su movimiento circular ni un solo instante parecía fatigada aquella mañana, como si le costase trabajo avanzar en el tiempo. Realmente me sentí asustado, no podía concebir los minutos más largos de lo que ya lo eran habitualmente, y parecía, a simple vista, que aquella mañana la trayectoria del segundero había duplicado el tiempo que necesitaba para recorrer el círculo. Solo fueron necesario dos minutos (cuatro) para ratificar mi primeriza suposición. En el momento no vi problema, pero luego caí en la cuenta que estaba viviendo dos minutos reales de los cuales, solo de uno de ellos quedaba constancia material. El tiempo físico real era el que quedaba marcado en el reloj, por lo que viviría cada día cuarenta y ocho horas de las que solo tendría que restar veinticuatro a mi existencia terrenal, es decir, de cada día gastado obtendría otro como obsequio, por lo que mi vida se remontaría al doble de lo que está estimado. Después de esto acerté a encontrar otra posibilidad. El tiempo real gastado fuesen dos minutos de los cuales solo habría vivido uno, de modo que en contraposición a lo anteriormente expuesto, viviría cada día doce horas reales, aunque en el reloj quedasen marcadas las veinticuatro que se supone que debería vivir.


Ante esta última opción posible frente a mi “problema mañanero” pensé que era fácil o que no era difícil sentirse asustado, estuve al menos una hora decidiendo que cuál sería la expresión correcta, o quizá fusen dos horas o solo media, eso aún no lo he terminado de descubrir. Cada cosa a su debido tiempo.
Imagen y texto: Eva Te.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Bilirrubina 1'

_ Miré. Y me sentí culpable.

_ ¡¿Miraste?!

_ Sí.

Una mueca de Soledad, vacía y renegrida como ella, nunca deja indiferente a nadie. A nadie que se precie, al menos, de ser un hombre íntegro, o de vivir conforme al rito del reposo y la cordura. Porque aun sin muecas, Soledad asusta a los que viven de día y duermen de noche, con un gesto, una palabra, o con sólo abrir la boca y enseñar sus cuatro dientes ambarinos.
Y una mueca. Una mueca es excesiva. Es llegar tarde al trabajo, no cumplir con una esposa, cederle a un buen amigo un vaso lleno de cristales, y mirar la mugre de una esquina sin fruncir el entrecejo. Porque fruncir siempre enturbia las cosas, y ahora, tan de noche, para qué, si ya está bastante oscuro.
La vieja vive ahí, en esa esquina, Soledad. Su nombre, ella, como su hálito de vida pestilente, descubre las cuencas huecas de sus ojos para hablar, y en la hiel de lo que fueron las sustancias, ni ayer lo hubo, ni hoy hay nada. Una mueca tal vez, como todas, y, precisamente ésta, la de esta noche, la más terrible, áspera y rudimentaria de la historia: una mezcla de rigor y desconcierto poco fingido, que maniata lo inteligible y apaga, de dos hachazos, dos farolas.
Y cualquiera, tú o yo, habría corrido calle abajo en pos del sueño de los cuerdos. Escapar del histrionismo de la escena, de la noche y la indigente, del vaso lleno de cristales, y dormir. Pero Martín Tablero no teme a la oscuridad, ni a ella. La costumbre, la suya, ha terminado por admitirle a la vieja esos gestos desgarbados, la actitud retórica y chabacana propia de la ira contenida y detonada a un mismo tiempo, y él se siente cómodo en la calle, confesando sus fatigas y su historia a quien no tiene más historia que la de los noctámbulos que hurgan en su esquina, fatigada.
Alberto Cancio García
Fotografía: Google.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El grito

...y llegué a la soledad embriagadora, tan eterna, de esta playa inabarcable,
tan oscura al caer la noche, para dar cobijo a locos y tan locos.

...y llegué solo, loco, claro, embriagado y tan eterno, porque quise caminar sobre la arena
muy a tientas, y beberme el infinito y adentrarme en la penumbra.

...y lo hice para verlo, una vez más, y sin verlo detenerme... y escuchar ese lamento,
que es la brisa, y los gemidos, que son mar.

...y el terror de cantos fúnebres, rumor de sus cañones... de leyenda, que no están,
y uno lo sabe, pero loco, y embriagado, claro, ¡quién va a sospechar!

¿Qué deseos alimentas, tú, que soy yo, frente al grito violador del horizonte inalcanzable?
¿Qué es lo que mantiene, tan ardiente la esperanza

de ser libre, de marcharte, muy, pero muy lejos, hacia el fondo, lo invisible, lo mezquino,
lo temible? Y regresar de la aventura, quizá muerto, fracasado...

...calla tú, que tú eres yo, y yo llegué a la soledad, embriagadora, casi eterna, de esta playa inabarcable para hablar y no dudar; y jurar y perjurar

lo inasequible y prometer, a sabiendas de estar loco, que algún día, muy lejano, os traeré,
sobre las manos, o encerrado en un arcón, el legado de los sueños imposibles,

las verdades y quimeras con que siempre, loco, claro,
endulcé la hiel amarga de mis labios infantiles.






Alberto Cancio García

viernes, 3 de septiembre de 2010

...y tan contento

Subía a la montaña,
aferrándose a las piedras
y al llegar a lo más alto,
¡mierda!

Cuál sería el recorrido
si cayésemos, cayésemos, cayé-
semos,
y no hubiera duras piedras
que espaciaran el abismo.




Alberto Cancio García

AC-CIDENTE

Ac- es el impacto,
-cidente la secuela.

Ac- es el revés,
y -cidente la desdicha.

Ac- la mente en blanco,
-cidente la conciencia.

Ac- el sobresalto,
-cidente lo que duele, picha.


Alberto Cancio García

Desde mi mesa.

Me ahogo porque de vez cuando,
como no me gusta este lugar,
intento averiguar cuánto tiempo puedo estar
sin respirar.

En la barra del bar una joven rubia nos miraba, con esa mirada penetrante de quién inventa vidas cuando pasea por la calle, desde nuestra mesa, sus ojos se veían grises, y sus manos sin arrugas agarraban el frío vaso lleno de cubitos de hielo y de alcohol. No es necesario que las arrugas inunden tu cuerpo para tener conciencia del paso del tiempo, los verdaderos pliegues del tiempo anidan en los lugares más recónditos del alma, y desde nuestra mesa, su alma se veía plagada de arrugas.

Eva Te.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Di azepa m

_ No se preocupe, don Jesús, de veras no se preocupe. Es cierto que no suelo trabajar en vacaciones, pero tratándose de usted y de su problema, ¿le parecería bien fijar nuestra próxima cita para el día... jueves 25?

_ ¿De este mes?

_ Claro.

_ Pues... justamente ese día no puedo, doctor. Es mi cumpleaños y..., la verdad, mi familia es algo exagerada con las celebraciones.

_ Está bien, está bien... su cumpleaños. Vaya, y es usted del setenta y siete, como yo.

_ Sí.

_ Le doy mis felicitaciones adelantadas, don Jesús.

_ Gracias...

_ ¿Le parecería entonces pasar por aquí al día siguiente, viernes 26?

_ Pues... bueno... Sí. Creo que el viernes 26 podría.

_ Muy bien. Dicho y hecho entonces: El viernes. Existe el inconveniente de que la zona de consultas privadas estará cerrada, pero si no se retrasa podré atenderle en alguna consulta de la segunda planta que quede libre. Busque el pasillo de Psicología. Le estaré esperando.

_ De acuerdo.

_ Bien. Ha sido un placer, don Jesús. Recuerde lo que le he dicho sobre su falta de sueño. Dormir bien es indispensable para que las alucinaciones dejen de manifestarse.

_ Sí...

_ Tranquilo, don Jesús. Solucionaremos su problema. Sólo necesita usted autocontrol y autoconfianza. Nosotros le ayudaremos a superar su manía persecutoria.

_ Sí...

_ Por cierto. Al salir, dígale usted a mi secretaria la fecha acordada. Es más seguro que quede en el registro.

_ Vale.

_ Hasta el viernes entonces.

_ Hasta el viernes.


El mostrador de la secretaria es una orgía de papeles sellados.


_ Son... 60 euros. Y le apunto la cita, señor.

_ Es... para... el viernes 26.

_ Muy bien... viernes 26... ¿me da su nombre si no le importa?

_ Sí... claro..., Jesús.

_ ¿Apellido?

_ De Nazaret.











Alberto Cancio García
Fotografía: Google

martes, 31 de agosto de 2010

Ocurrió que

Aquella mañana,
el amor se miró en el espejo.


Y te vio.



Alberto Cancio García
Fotografía: Google

miércoles, 25 de agosto de 2010

Vizco vistazo funesto

Ahora observo de reojo el coche fúnebre que pasa
y que se marcha, tan ajeno, hacia Dios sabe qué Demonios
Veo caras compungidas en la negra procesión:
gentes blancas, tan anónimas, llorándote en silencio,
cada una en su automóvil, sin adornos; y sin pausa,
van siguiéndote entre lágrimas,
negras, de humo de motor.

Yo no sé quién eres. O quién eras, hace poco.
Mi reojo es incapaz de atravesar un ataúd,
y así vistos, momentáneos, ¡todos son tan parecidos…!
Más valiera imaginar que fuiste viejo satisfecho,
y que son tus cuatro hijos los que miro de reojo,
o que aquella de las lentes, vieja guapa, tez silente,
llora el dulce y cruel recuerdo
de lo mucho que te quiso.

Pero yo no sé quién eres. O quién fuiste, hace ya un día,
porque como el agua es hielo, así, el sosiego, aire severo,
y el semblante de esa vieja dice amor también de madre.
¿Y si tú, viejo paciente, a su lado, conduciendo,
eres quien imaginé delante de esta comitiva
y es un hijo, de esos cuatro, en realidad, a quien lloramos?
Un varón entrado en años, muerto por aventurero,
un aciago compañero
con mil vidas que contarme.

Sólo espero que en tu cueva o tu barranco, un pensamiento,
dulce, impávido, rehuyera y rechazara el corte acerbo
de las piedras, y ahora alcance a vislumbrarlo en mi reojo,
remontando suavemente cumbres bastas de edificios,
y posándose en su dueña, mustia y gris de desconsuelo.
La más blanca, la más leve, la del llanto seco y vivo,
que revuelve los matojos de pañuelo y de saliva.
Cierras tú esta cabalgata de la muerte y del olvido,
y apoyada en la ventana
te oigo entonces: ¡Ay, mi niña!





Alberto Cancio García
Fotografía: Google

jueves, 19 de agosto de 2010

Un ciclo de amor (I. El banco)


Nos conocimos en uno como este.
La lluvia amenazaba. Hacía frío.
Pasaban los peatones
mirando nuestros gestos,
pensando cómo fueron cuando niños.
También tú enrojecías,
las llamas de pudor te hicieron fuerte.
Entonces sonreíste sin motivos.

Y todo fue bonito.

Miramos hacia el cielo, ambos callados.
Cayeron mil palabras sin sonido
encima de nosotros,
y de inmediato todo comprendimos:
el banco, la plaza, la gente, el mundo
loco y cruel, lleno todo de sentido,
nosotros a lo lejos,
la lluvia sobre el suelo, los abrigos
que nos protegían del exterior.
Y el beso de tus labios. Y el silbido
de mi voz en tu oreja.
Fue todo tan sencillo…

…y todo tan bonito.

miércoles, 18 de agosto de 2010

¡Ya lo creo!

Conozco cuanto habita el dormitorio de tu alma,
porque yo me dormí en él, y te soñé, y tú me oíste;
e hicimos de tu espejo un álbum lleno de recuerdos;
y luego, de repente, te besé mientras meabas.

Conozco muchas cosas de tu alma, ¡ya lo creo!,
y las creo en tanto en cuanto, y por más que corra el tiempo,
sigan llenas las macetas del balcón de tu mirada.




Alberto Cancio García
Fotografía: Google

¿Por qué caminas, caminante?

Arena. Polvo. ¡Huella!: Un camino.
Abeja. Néctar. Hierba. Su olor.
Un pájaro. ¡Trina! Al cielo. Y al Sol.
Un árbol. Su copa. Susurro de bosque,
sombreado horizonte marrón.

Descansa. Detente. Contempla.

Agua, vaivén y madera: El mar.
Cangrejo. Salitre, e incienso silvestre.
La ola, su espuma, marea, poniente.
La roca, ¡quebrada! Reseco escozor,
secreto confín repintado de verde.

Descansa. Detente. Contempla.

Ascua, empedrado y arcilla: La aldea.
Anciana y fogón, y hornada de pan.
La niña, ¡su risa!, y el níveo cantar.
La torre. Que tañe. Del huerto a la Iglesia,
a obrar los destinos de la humanidad.

Descansa. Detente. Contempla.

Aura, penumbra y linterna: ¿Mujer?
O el canto del búho o la hiel de ballena,
o el grillo o la dama de noche recuerdan
al lento deseo de verte y de hallar
tu bosque, tu aldea, tu mar o mi estrella.

Descansa. Detente. Contempla.

Prosigue.
Alberto Cancio García
Fotografía: Google

sábado, 17 de julio de 2010

Resucita, compañero del alma

Dijo: «¡No te mueras, no, respira, aguanta!» y dio golpes en su pecho. Sus intentos de reanimar eran en vano: el cuaderno estaba medio muerto.


Jorge Andreu
A mis amigos de la Generación del Ocho.
¡A ver si llenamos de una vez las páginas de este cuaderno!

sábado, 19 de junio de 2010

SILVA a Lorena


_ Estrella,
¿me permites que una cosa
te pregunte ruborosa…?
¿Quién es ella?

_ ¿Cuál de aquellas, la vistosa?
¿La que en su alma de doncella
aparenta, de tan bella
ensoñación loca y pasmosa?

_ La que esposa los desmanes
con sonrisa ojimorena
y a las penas encadena
dos hermosos talismanes.

_ ¿La que con la faz serena
y su cariño sin hilvanes
guarda el brío de una diosa, o
de temidos huracanes?

_ ¡Dime quién, Estrella obscena!
Dame afrenta deliciosa.
Como Reina India posa
el azabache en su melena.

_ Ella es paz estrepitosa.
Como ensueño de volcán es
de templados ademanes
una fuerza vigorosa.

_ ¿Y además jacarandosa?
_ ¡Es, sin más, una verbena!
_ ¿Y el nombre de la preciosa?
_ ¡Lorena!




Alberto Cancio García

miércoles, 16 de junio de 2010

Periquito de los Palotes

Adoquines que superaren el miedo y contemplaren lo irrealizable...

¡¡He aquí su himno!!

Un abrazo a todos los Ocheros.

En este video: Jorge Andreu a la guitarra, Alberto Cancio a la voz y a la guitarra, Nieves Blanco y Eva Te. al perfil de grupis locas, y Jesús Cancio como público objetivo.

martes, 15 de junio de 2010

Nieves Blanco Martín - Tu silencio

Me gustas cuando ca[nt]as porque estás como [que no puedes estar más pre]sente.

viernes, 11 de junio de 2010

BILIRRUBINA 9


¿Los recuerdas?

La azotea como un barco
y, acodados en la borda,
a estribor los colocábamos
uno a uno.

Tú riendo y yo flipando.

¡¡Fuego!!


Y eran, aquellos garbanzos,
bombas.



Alberto Cancio García

sábado, 5 de junio de 2010

BILIRRUBINA 8

Justo ahí arriba,
en ese trozo de aire,
junto a la copa de aquella palmera,
hicimos el amor.
Alberto Cancio García
Fotografía: Google

lunes, 31 de mayo de 2010

El soñador

De repente le entraron ganas de soñar. Cerró los ojos y soñó con un paisaje soleado de primavera, cuyo baño de luces regaba el enlosado silvestre de la montaña hasta levantar del suelo los capullos convertidos en flor. A su espalda ladraba un perro ensimismado en la lucha contra una libélula, y esos ladridos resonaban en su interior como cantos de sirena. Descansaba a su derecha, desnudo y envuelto en sus brazos, un cuerpo de mujer tendido en la arena, húmeda después del rocío, que con la respiración deleitaba hasta a las nubes, unas siluetas enormes y sin forma que controlaban la situación desde lo más alto mientras sentían envidia de aquel par de enamorados. Un pájaro pió a lo lejos con una voz que dejó eco en el aire, otro respondió su llamada en el extremo opuesto del valle.

El sol incidió sobre los ojos de aquel observador, calentó su rostro, le otorgó la vida que necesitaba e invitó a su huésped a acompañarlo. El soñador se levantó con cuidado de no despertar a su sirena y recorrió cientos de kilómetros sin cansarse de mirar el horizonte, los montes que emergían a su alrededor y las especies desconocidas de animales que salían a su paso. Caminó largas horas y, aunque no sabía a dónde lo llevaría su andanza, notaba cómo la felicidad embargaba cada rincón de su cuerpo. Miró hacia atrás, no halló el lecho sobre el cual sació la noche anterior el apetito de sus sentidos, y sin embargo, no le importó: aquella limpia moza, aún desnuda, y el perro que custodiaba su intimidad, habían quedado en el recuerdo; sabía que en algún momento volvería a encontrarlos. El placer de lo que veían sus ojos era mayor, y mucho más profunda su felicidad.

Tras un largo paseo, guiado por el sol y extasiado de belleza, divisó un hueco al final del sendero. Corrió hacia él, pero notaba que era imposible alcanzarlo, y de tanto esfuerzo por conseguirlo, se despegó del idilio.

Despertó en su cama, empapado en sudor, despeinado por los movimientos bruscos de su cabeza contra la almohada. El ventilador expandía el aire caliente de mayo por la habitación, aún a oscuras. Miró el reloj y, al sentir la alarma de las cinco de la mañana y el sofoco de la asistencia a su empleo, lloró con amargura porque no le había dado tiempo a conocer el final de su propia historia.


Jorge Andreu

domingo, 30 de mayo de 2010

El ladrón de palabras.

El ladrón de palabras.

Esa noche la luz de la farola era especial y coloreaba la calle de un amarillo muy pálido. Casi no se veía, pero las formas se intuían con una dulzura de esas que dan miedo.

Al fondo de la calle acerté a ver algo en el suelo, gordito y con pelos, pensé en un gato, de esos que por mucho que se caigan siempre conservan intactas sus siete vidas. De esos que ponen sintonía a tus sueños cuando maúllan en el jardín de tu casa, o en la acera de tu calle. Me acerqué poco a poco hasta aquella pelusa gigante, parecía que levitaba, que flotaba en aquel aire amarillento de la noche. Sus ojos negros se clavaron en los míos, y devoraron mis palabras. Se las comió una a una, como si fuese un jugoso pescado del que no quedó más que la espina.

Cuando llegué a casa sonó el teléfono, era una de esas llamadas importantes, intente responder diciendo ¿sí?, pero mi voz sonó muda.

En alguna parte de la calle había una pelusa gigante, con forma de gato, de esos que no roban pescados, si no de los que se comen las palabras que nunca se van a pronunciar. En alguna parte de la calle, había un gato diciendo ¿sí?, como si estuviera respondiendo a una llamada que nunca sería para él.
Eva Te.

viernes, 28 de mayo de 2010

La puerta de tu boca

Acabo de publicar esto en mi blog, pero quería compartirlo también con vosotros. No voy a decir el nombre, es lo de menos. Lo he escrito esta tarde antes de salir de Sevilla. Espero que os guste.

La puerta de tu boca

Una puerta entreabierta
al destino. Una puerta
maciza como el hierro
de tus huesos, morena.
De madera, marrón,
-----------de madera.
Como tu cara lisa
y tu suave melena.

Una puerta entreabierta
al olvido. Se cierran
tus ojos, no me miran.
Un portazo resuena.
Un cuadro se desploma
con tus gritos. Y llena
el suelo una vidriera
blanca. Yo, con mi pecho
roto, lleno de pena,
recojo los pedazos
y lamento tu ausencia,
pensando en tu partida,
en cómo me dejaste
----------el alma muerta.

Amiga,
te llevaste contigo
esa sonrisa tierna.


Jorge Andreu