su guadaña a acérrimas ciudades
y campos olvidados
la impudicia: cómo vino del parque
cobrándose a un niño, cómo desnuda
la hacía temblar una noche, de hiel
amarga resbalando la entrepierna.
Cómo de día frotaba las recias
manos de sal, serrucho,
por rostros blancos que lijaba enteros,
por ver podredumbre y miseria
donde había un hombre.
Alberto Cancio García
Qué extraordinario, Alberto. Me encanta. Eres increíble. Me enamoras con tu combinación de endecasílabos. Qué musicalidad... Qué destreza. Qué forma tan ingeniosa de despechar a la muerte.
ResponderEliminarEres, sin duda, genial.
Te quiero.