domingo, 17 de julio de 2011

CAZAR AL AVE

Antes que del tambor de mis latidos
-serenos de amarte-
broten inquietos redobles, y el aire
en hoz se cierre al violento platillo;

antes que el torbellino
al verte, eleve al viento en un instante
mi apetito, y rice y venza y se lance
a hundir el lecho que ambos construimos;

así como el padre al hijo destierra
por amarlo, y así
como el árbol renuncia a sus flores...

por dar un fruto que dé otras nuevas,
yo habré del mismo modo irme de ti,
dejándote feliz aunque te añore.




Alberto Cancio García

4 comentarios:

  1. ¿Esta vez la foto sí es tuya? No dejes de publicar nunca, haznos el favor :)

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  2. Querido amigo rapero, por el momento pretendo seguir imprimiendo aquí estos ejercicios, sugieran calidad literaria o no. No todos los días puede emplearse uno a lo grande, y blogger es la mejor opción para escribir por escribir. Y bueno, también para robar por robar... No, la foto sigue sin ser mía, ¡jaja!, pero no te preocupes, prometo publicar sanamente a partir de ahora. Seré pirata de cartón por ti :)

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  3. Es realmente estúpido renunciar a lo que deseamos o queremos simplemente por quererlo o desearlo. A mi es lo que mas me cuesta en esta, mi vida. De todas maneras a veces confundimos la búsqueda, nos creemos que el amor lo es todo, cuando en realidad terminamos buscando la libertad.
    O algo asi, mira es temprano para mi, pero da igual, queria agradecer tu visita, vecino. Estamos muy cerquita.
    saludetes.

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  4. Yo no sé si verlo estúpido o justo -quizá sea lo mismo una cosa que otra-, pero claro que tienes razón, mujer: renunciar a lo que deseamos es una salvajada (por eso quizá cuando surge una persona que lo hace, ahí vamos rápidamente a canonizarla). Y es que en cierto modo me posiciono a tu lado: Nada hay más real que desear; nuestro organismo está diseñado para ello, como también lo está el resto de organismos del universo. Pero "Todo" sabe por instinto cuál es su momento, cuándo ceder, y en cambio nosotros aspiramos a eternizar nuestra ambición más allá de cualquier límite, con la débil conciencia como único freno a la barbarie. ¿Cuánto daño somos capaces de derramar aquí y allá sólo por amar sin trabas o pretender la libertad? Ambas cosas se me antojan bellas y peligrosas, porque ambas son lo suficientemente potentes como para destruir el Amazonas o destrozar la vida a una sonriente mujer.

    Yo ya doy por hecho que soy estúpido, Verónica; aun así, trataré de poner freno a mis caricias si intuyo que pueden quemar árboles o manos.

    Gracias por comentar desde el Puerto de SANTA María, ¡jaja!
    Mil besos.

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