Se alza al alba el polvo del camino
por que vamos, mientras rizan silbidos
los pedruscos que salpican el aire
a nuestro paso y se ciñen las sendas
cuando avanzamos, sobre cordilleras,
bosques densos y vértebras de olivo
que abates, y que son color de rueda
bajo el súbito rolar del vehículo.
de aceituna, cuando el Sol, sobre troncos
de árboles desnudos y vestidos,
se despunta, a sí mismo, descargando
vetustas bienvenidas a los altos
primero, las pendientes, poco a poco…,
y luego, nuestra senda, el valle ancho,
prende el cristal de roca en los recodos.
Serpenteamos laderas, se escarpan,
suena un río de ecos: ruge y brama
allá abajo, entre los verdes y airosos
tules del abismo, y, de repente,
de hito en hito brota, por el oeste,
el declive de su vasta cascada
desde el lago añil oscuro, y al frente,
alza el mundo una cresta escalonada:
Me deslumbras con tu estilo clásico y apasionado, Alberto.
ResponderEliminarUn placer venir a leerte.
Besos,
Otro placer leer que leer es placer.
ResponderEliminarMil besos para ti.
Gustóme mucho.
ResponderEliminarGustámes mucho too :D
ResponderEliminarEres un maldito genio. Te debo un desayuno, o una cerveza, lo que prefieras por esta maravilla visual y lírica.
ResponderEliminarLo que prefiero acabas de dármelo hace veinte minutos en la puerta de la facultad. El abrazo es otra belleza, visual, y lírica :)
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