domingo, 29 de mayo de 2011
Delantero Anfiteatro
miércoles, 25 de mayo de 2011
NOCHE (I)
martes, 24 de mayo de 2011
Delirios de servilleta (I)
sábado, 21 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
NADA
regocijarme en el hecho en sí mismo
de desearte, confidencialmente,
como un niño, pese a tu ausencia.
Llegado a este punto, consciente, sé:
No serás mía. Nunca Jamás.
El viento obedece tu antojo
-lo llevas tú a él en volandas-
y luego, altiva pantera,
tus sienes descansan si quieren
sobre otras ajenas.
Pero ya me conoces y no,
pensarlo tan solo y decir:
¿por qué? Si tú ya eres Uno y te tengo...
¡Vale, no ahí afuera! ¡Los vientos son tuyos
y el Mundo es el Mundo! No estás
trepamos murallas, ni hallamos
historias en las marejadas,
ni erramos, mojados, en busca de truenos
que hieran los mares oscuros...
Vale. No ahí fuera en el Mundo.
Mas, ¿sabes?, aquí en esta cara de folio,
la hoja, el papel, la cuartilla,
yo te digo y te compongo a sangre fría,
te trazo y le doy forma a tus caderas,
y planto –todo tuyo- este color a tus pupilas,
la textura a tu melena, la razón a tu sonrisa,
y así, bien novelada, tan descrita con certeza,
sobrevuelas mis océanos
viernes, 13 de mayo de 2011
INFORMACIÓN DE ERRORES
miércoles, 11 de mayo de 2011
LAS MUJERES A QUE NO ASPIRAMOS
martes, 10 de mayo de 2011
CENTÍMETROS DE AIRE
viernes, 6 de mayo de 2011
EL FIN DEL PRINCIPIO
Nueva Providencia, como todas Las Bahamas, se prepara para otra noche templada y añeja en que el romanticismo desaforado torna en amorfa papilla los valores que la corona española tratara de imponer antaño. Nos encontramos en Nueva Providencia,
Ni a media yarda de las complejas formaciones coralíferas que, en variopinto mosaico, componen la apacible ensenada, se alzan atrevidas las primeras casitas blancas de un pueblo silencioso y sombrío. Los despojos ruinosos de lo que un día fue la gran muralla de Colón circundan a trompicones la superficie ocupada y ofrecen al poblado un aspecto sólido y cándido. Anchos senderos arenosos flanqueados por tierras de cultivo y abundante vegetación tropical, ascienden ladera arriba para ceñirse de pronto entre la madera y la cal de las estrechas calles empedradas. Unas callejuelas que pintan la nostalgia de tenue amarillo con las luces de sus lóbregos faroles, en virtud de finos pinceles, y que acomodan su forma a la caprichosa disposición de las sencillas casitas costeras, jamás superiores a la altura de dos pisos.
Quietud. Quietud sobrecogedora, envolvente. Y la estela efímera de un felino rasga en silencio la etérea oscuridad de la calle WoodLeg sin dejar rastro a su paso.
Alberto Cancio García