sábado, 19 de diciembre de 2009

Facultad de Filosofía y Letras, 2008

Mediodía en Filosofía y Letras: Los ventanales acristalados que cierran el patio de la Facultad devuelven triplicada la luz del Sol, cuya albura se derrite y se condensa en el espacio. Es el aire en este lugar una piedra tosca y refulgente, que se amontona en áureas columnas alrededor de la plaza de armas, y que espesa el ambiente con su silencio de roca. Un bostezo abierto al cielo. Una silente urna de cristal cuya tapadera se hizo añicos por la presión de dos palmeras, y cuyos escombros no son sino los mismos adoquines del suelo, mineralizados por la quietud exacerbada.

Una discreta familia de halcones descansa de su peregrinaje en torno a esas palmeras, muy atenta al brillo de un papel que yace inerte en medio del patio. El alumno fugaz lo pisa y lo arruga, aunque en su carrera hacia la sombra tiene tiempo de leer algo así como J. Petersen y el concepto de generación... ¿Quién demonios es J. Petersen? ¿Y qué es una Generación? Qué importa. Hay sombra en esa esquina y un banco de metal. El alumno abandona la fugacidad cuando se sienta, porque se derrite con la albura y se mezcla con la roca y se restituye en adoquín. Y vuelve la calma; la quietud en el patio, que no se rompe cuando ocasionalmente otro adoquín murmura, suelta alguna risilla acalorada u hojea Obras de Arte mal grapadas, porque es un adoquín y los adoquines de hoy día no interrumpen el sosiego.

Todo, absolutamente todo, reposa bajo la sombra, en estrechos bancos de metal demasiado distantes entre sí, a la espera de que el calor del mediodía abandone el patio. Pero estamos ya en noviembre y bien parece que el calor pretendiera quedarse para siempre, así que esos adoquines no tienen más remedio que seguir tan inertes como la realidad los describe, aislados sobre sus bancos inamovibles, sin la posibilidad de compartir sus murmullos, sus risillas o sus Obras de Arte con otros adoquines. Porque sería tan devastador salir al Sol y dividir esta calma, esta quietud, este sosiego…, este reposo solitario de pedrusco sigiloso…
¡Retumba! ¡Una bomba en el arca vibrante! ¡Chirría, ensordece, quebranta, tritura! Huyen los halcones y revientan los cristales. Las datileras se rajan. Se troncha el empedrado. Una cruenta sacudida quiebra lo impasible. Desbarata la casmodia y la dentera inunda el patio. Escalofríos como calambres. Un espasmo hecho de ecos. Los alumnos, miran. Sus cabezas de adoquines. Qué ha ocurrido. Los cristales son glaciares, ahora, y el aire es de cobalto. Un instante.

Sólo ha sido un instante. Fluye el oxígeno, paulatino, y el aire toma vigor turquí. Ha sido allí. En aquella esquina de la urna. Y todavía renqueante, la multitud levanta la cabeza. Allí, allí. Uno de los halcones ha vuelto y observa desde arriba, confuso aun por el seísmo. Hay en el suelo un rastro de adoquines desprendidos, y a su fin, un banco de metal recién movido… ¡Pero cómo es posible! ¡Hay dos bancos donde sólo había uno!

Con el Sol de mediodía la friolera pasa pronto. Hace calor, y la albura es albura, la roca, roca, y los alumnos, adoquines. Y a pesar de los cristales rotos la vida continúa como si nada, en absoluta calma, con murmullos, risillas y Obras de Arte en el fondo de la urna. Pero algo se ha generado en el patio de la Facultad: Dos bancos, antes distantes, se hallan ahora el uno junto al otro, por acción de unos cuantos adoquines que superaron el miedo a romper la paz y se quebraron las espaldas arrastrando lo inamovible.
¿Para qué? ¿Qué sentido aunar dos bancos? Tal vez no cupieran todos en uno. Tal vez estuvieran hartos de murmurar, reír, u hojear solos.
Desde aquí parecen adoquines bastante corrientes, además de un poco feos, pero han ganado con su esfuerzo algo mejor que figurar en revistas para quinceañeras.
Porque a partir de este mediodía sofocante, ellos gozarán de un privilegio tristemente vedado al resto de adoquines solitarios: Podrán compartir el murmullo de sus gritos, el calor de sus carcajadas, y sus Obras de Arte perfectamente encuadernadas. Podrán contemplar muy juntos cómo la calma se regenera. Y todo lo que se genera cuando un grupo de artistas es capaz de arrastrar un banco de hierro a través de todo un patio con el único y específico fin de sentarse juntos.

Mediodía en Filosofía y Letras: Un papel que yace inerte en medio del patio se ha enterrado entre los adoquines. Una pena, piensa el alumno. Pero bueno. No importa. Él ya sabe lo que es una Generación.


Alberto Cancio García

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