viernes, 3 de septiembre de 2010

Desde mi mesa.

Me ahogo porque de vez cuando,
como no me gusta este lugar,
intento averiguar cuánto tiempo puedo estar
sin respirar.

En la barra del bar una joven rubia nos miraba, con esa mirada penetrante de quién inventa vidas cuando pasea por la calle, desde nuestra mesa, sus ojos se veían grises, y sus manos sin arrugas agarraban el frío vaso lleno de cubitos de hielo y de alcohol. No es necesario que las arrugas inunden tu cuerpo para tener conciencia del paso del tiempo, los verdaderos pliegues del tiempo anidan en los lugares más recónditos del alma, y desde nuestra mesa, su alma se veía plagada de arrugas.

Eva Te.

6 comentarios:

  1. Con frecuencia, es más preciso medir el tiempo por los hielos de un vaso que por las arrugas de los ojos.

    Muy buen texto, Eva.

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  2. ¡¡Jajajaja!! "Eva dijo... Por fin vuelves, Eva!" jajajaja, parece sacado de un cuento de Cortázar :)

    Llegó Septiembre y las ganas de sentarse a escribir...

    Mil besos.

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  3. Muchas graciass a los cuatro por comentar!=)

    Sí, ya están aquí las ganas de ganarnos presencias literarias!!=P jajajaja

    Besoss

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