jueves, 12 de abril de 2012

¿Y TÚ QUIÉN ERES?

Que quién soy. Rumiar, haber indagado, haber hecho qué. Haber hecho el hecho que me hace ser. Y ver, qué, qué he hecho. Hecho negro, ¿verdad?, lo negro más allá de lo indecible. Rumiarlo. El hecho impensable pero hecho no obstante. El mundo de los ojos hacia atrás, el hueco del que no murmura nadie, ni uno mismo, aunque sea, y esté ahí, como un hecho, y se olvide y no figure en esa historia de hechos que es la vida.

Pién-solo.

Tomar a un colegial de los bajitos, ponerle un martillo entre las manos y apremiarle a que horade la roca. Más o menos. O aun más. Sin remedos. Hacerlo bajar por el hoyo con veinte explosivos, detonarlos a un tiempo, no encontrar lo pretendido, y obligarlo a repetir la operación una y otra vez sin éxito; aceptar que beba un poco, quizá, mas desoír su cómica llantina, de niño, e instarle a ahondar de nuevo en lo nefasto, contemplar su decadencia, castigarle; mientras confiar en que la suerte suene abajo con su grito de diamante, pero oler a sal podrida, al fin y al cabo, deambular alrededor, maldecir por qué este tiempo, por qué lo negro, mirar la noche encima, callar, mirar, sudar, hallar abajo, profundo, niño lastimero, niño, aserto. Llamarlo y que ya entonces, sin oros ni caudal, aun martillo en mano, y sucio y negro, adulto, cubierto por el fango, yazca como tieso, verdaderamente muerto. 

Que quién soy. Recréese en los hilos macabros de la escena —rumie—, sucumba al morbo, ría el miedo o la avaricia, libe la traición, estudie la masa oscura del guiño, examine la tierra yerma o eso que llaman infierno, y aun no me habrá descubierto del todo. Aun quedará viajar tres mil kilómetros, aterrizar allá donde los colegiales van en efecto al colegio, echar un vistazo a las calles asfaltadas, andar por ellas, comprobar la calidad del hormigón, medrar en lo inefable a lo largo y a lo ancho, arrepentirse, llorar el poema baldío, en el bar, porque habla de todo, de la cosa bella, cómoda, sensual, del odio que entrega el martillo más allá, del túnel, la muerte y el niño: de lo que ocurre tras la frontera, en fin, y que no existe si no puede leerse. 

Me leo, me leo... soy, soy.

Hurgue en la absoluta cartera. Lea también. Eche un vistazo a mi nombre, mi fecha de nacimiento o mi ciudad de residencia. Los números sin mucho que decir; decepciónese ante la pésima funcionalidad del documento, ahonde en la fotografía, míreme de pleno, como si hubiera entre nosotros un panel reflectasol, de plata o bronce porque hubiera sonado el martillo en otras ocasiones al fondo del hoyo, o simplemente no estuviera mal escudriñar los ojos verdes a un desconocido. Admita mi belleza, recréese también en ella, por qué no, la poca o la mucha, abúrrase de contemplarme y ponga defectos ralos a mi rostro, sitúeme en cualquier escenario a cualquier hora, con mis labios, imagine mis reacciones, sin objetividad: adórneme, diga que viví, que no viví, traduzca el recorrido en diagramas sin mucho tino: que yo vuele, que me crean en Brasil cuando ande por Siberia, que me pinten triste cuando muerda carne dulce por alguna habitación, o en la escalera, o en la playa donde, puede que así fuera, es probable, presumible, yo creciera. Playa blanca interminable, por ahí. Justo ahí, invénteme. Y véame de niño, entre en los chalets, viejos, de alquiler, sobe a mis gatos, escale sin miedo mi faro. Huela los pinos, y ya verá, arrójese duna abajo, ría, ría, déjese morder por escarabajos peloteros y arrójelos luego por los aires… Observe que resisten. Cuatro, cinco golpes.

Imponga a partir de entonces a mi vida cuantos éxodos prefiera, fatídicos o sorpresivos, un viaje, luego otro, y otro, con el número de llantos oportuno. Lléveme del campo a la ciudad, zumbe en mis oídos como pájaro o camión, no importan mis gemidos, huela mi sudor adolescente, mis noches y mis gritos, disponga el estupefaciente que mejor describa el mundo, drógueme cada noche, abuse de mí, tóqueme, aunque luego me deposite sobre el escritorio y me ponga a escribir como un loco.
Habrá de retirar los papeles, leerlos detenidamente, sentirse en cierto modo defraudado y hurgar en el arcón de la izquierda: Allí deshaga el Caos, vaya seleccionando los cuadernos y diarios que tengan mejor aspecto —lea, lea, lea, yo soy—, descubra cuán equivocadas eran sus elucubraciones, llegue a lo peor en un santiamén, atienda a confesiones y demás obscenidades, sorpréndase de su bien pensar, llegue a mí desde lo oculto y desnúdeme el pecho en busca de ese lado tan oscuro. Lámalo, disfrute, grite a todo el mundo que sabe a caramelo de café y disfrute de pronto, aureolas en los rizos de mi humo. Diga: No es tan malo, tiene un fondo noble, y olvide las premisas aberrantes, los miedos; busque risas, busque besos, busque labios absolutos, busque letras dichas así, con garbo, y encántese de mí, de mi concepto, de mi a veces tangencial genialidad, que no es constante. 

Busque, ya le digo: Encontrará. Madurez relativa, paso ascendente o caída ridícula. Crisis neutra, de risa después. Edad de volverse majara. Atribúyame cualquier patología y aun así  créame sano. Consecuente. Voz madura. Busque: no se oye a simple oreja pero está, en ventiscas de música a bocajarro, a manos de un poema que parece que no dice pero esconde lo que ERES sin saberlo. Busque lo que es ERES, lo que es SOY, en mí sin mí y CONTIGO. Busque eso eterno y proyéctelo adelante como una alfombra que se borde sola hacia el destino. Siga, lentamente. Viaje por la selva o el desierto, por países más allá de la frontera, por los niños que no van ni pisarán jamás la escuela. Llegue luego al hoyo, dos manzanas más al Este, busque las riquezas que habitamos sin saberlo, la plegaria de humildad de la ignorancia, la impotencia lacrimosa, la rabia contenida porque amamos, a un hermano, a un amigo, a las diosas que son todas: busque al niño, ya fundido, convertido en el petróleo de este mundo que habitamos. Lo hallará, ya refinado, porque había, porque había y el martillo habrá sonado, y en la mina sonará tarde o temprano, eso siempre, llenará nuestros bolsillos, de campanas y otras cosas, y habrá paz en la cabeza, pez que nos caliente los motores, diosa que subir a nuestro coche, luz, felicidad, felicidad, FeLiCiDaD, aunque habiten niños muertos las entrañas de la tierra. 



Alberto Cancio García



martes, 10 de abril de 2012

JONES

Cambia las cuerdas
                               de una en una.


No las quites todas de un tirón


o tu puente flotante, 
                              en efecto, flotará


y no habrá quien alinee su consistencia


contra el techo 
                             de la música del mar. 






Alberto Cancio García
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lunes, 9 de abril de 2012

TEMPO III

Yo, que era niño,
no lo sabía.


Creía que el sol
era una seta.


Cuando salía.






Alberto Cancio García

TEMPO II

Fúnebre gemido, no. No amanece
más early porque nadie lo haya dicho
y, si turn off las lámparas del cielo
a media tarde, llorarán los niños.

No ocurre lo que ocurre aunque parece
que el viaje ha terminado en infinito,
más allá del llanto, I´m so sincere
apeado en la parada del destino!

... look at me, mojado de mil ausencias,
mi paraguas de entonces troceado,
umbrella de servirse en buena mesa,

allá el reloj, acá el minuto amado,
desecho el train en rizos de melena,
fúnebre gemir, todo ha finishado.



Alberto Cancio García







jueves, 5 de abril de 2012

RUiDO

Tú, como todo, te pierdes.


En el cielo que está negro,
cuando hay Luna, con las nubes,
te ves como una mancha diminuta
cuyos lados no me tocan. 
Sin tu piel como atractivo continente,
eres como gota de agua neutra,
que, ni fría ni caliente, cae rodando
por las zonas de mi cuerpo que no sienten.


Y si hoy lloro porque lloro,
y si hoy río porque el mar se te hace grande,
yo te pierdo. Y no importa, aunque sea  
tan obtusamente grande por mi llanto
nuestro mar, porque tú ya lo regaras poco antes
con tu pútrido lamido de alma verde.


Te tenía, hace horas, porque ahora tú si quieres. 
Pero tú no lo has gritado, lengua parca.
No has gritado para que esos pterodáctilos del cielo 
                                                                        
                                                                                     se enteren.  






Alberto Cancio García





miércoles, 4 de abril de 2012

SUJETO SUJETO y MEJOR SUJETO

Toma el zumo verde del deseo 
En sorbos pequeños. 
Tú de él no sabes nada; quizá,
A fuerza de soñar los caminos, 
Sea finalmente el cierto una chapuza.






Alberto Cancio García

martes, 3 de abril de 2012

UTILITARISMO

Tiene el poema bueno
                                                             lo que no tiene el poema.

El poema dice "lleno"
                             y si es bueno está vacío.

                                                             Si el poema dice "negro",
será blanco el contenido.
                                                            
                                                             Si el poema bueno reza
será a un loro a un membrillo,

                             y si es bueno dirá malo,
                                                            y si es malo no valdrá

ni a las viejas ni a los niños,

                            que otra cosa cantarán.




Alberto Cancio García

lunes, 2 de abril de 2012

Quién Sabe

¡Ay, quién sabe
los aires!,


si cuando yo duermo,
tú duermes: 
no se escucha;


y dormimos
ambos sin nadie,


del oído al secreto,
todo tan quieto
que asusta.


Respira la palabra
flojita y suave
en mi pelo revuelto,


y quién sabe los aires,
mi vida, quién sabe 
el suspiro: qué lleva,
qué dice, a qué sabe.


Transcriben bostezos,
dibujan dos almas,
embozan de tinta los labios 
parados de besos.








Alberto Cancio García