Se me ha mojado el pánico al mirarlo:
era rojo, viajaba entre las gotas,
la lluvia lo empujaba al infinito
luchando contra un puño desgastado.
Cayó en un charco, verde como el sol
cuando cubre su cara del otoño.
Dos ondas emergieron de su cuerpo,
dos piernas retomaron su trayecto.
Un niño se detuvo a ver el charco,
y con su inocente imaginación
creyó entender la vida de los barcos.
Jorge Andreu
17 de noviembre de 2010
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