domingo, 1 de enero de 2012

Al fondo,
más allá de la cortina
de mi dulce boca ardiente,
donde lengua y paladar casi se unen
en un páramo suave y cavernoso,
está mi corazón, latiendo fuerte,
rogando el crepitar de una caricia
que le hable de fulgor indisoluble
y amoroso.


Alberto Cancio García

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