sólo a medias;
en el suelo hay una línea imaginaria
que no puedo atravesar.
Desde allí, como un castigo,
la contemplo.
No me duele que prefiera
ese extremo de la calle.
Lo que punza mis entrañas
es el viento que embarulla
la cortina y que me enreda
a sus repliegues.
Más allá, al otro extremo,
ya lo sé, no puedo estar.
Sonreiré, de todas formas,
cuando llegue.
Alberto Cancio García
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