hilo blanco, sinuoso, un encaje
sobre el lienzo verdinegro
de la calle. Baila el suelo.
Las luces mortecinas despabilan
a los grillos tras el pórtico.
Refresca y estoy solo.
Sin frío.
Salen paulatinos de la piedra,
ellos, como salen las estrellas
—que en el duro firmamento de los suelos
yacen negras— y en los restos de la tarde
se recrean.
Oscilante la galaxia de la plaza,
con su bruma, suena y huele
a lo que era.
Quizá ahora estén de viaje.
Sabrán a estas alturas si es un mito
la noche más feliz de nuestra vida.
Quizá haya roto el traje.
O la hayan desnudado
poco antes del embarque.
Refresca y estoy solo.
Tengan lo que tengan
entre manos, no vendrán
a remirarse el matrimonio.
No verán cómo los grillos
de esta noche,
devoran, de su eterno maridaje,
los despojos.
Alberto Cancio García
No hay comentarios:
Publicar un comentario