domingo, 14 de marzo de 2010

La evasión de la mona

Con la luz del flexo. Así. Muy bien. La cosa se pone lúgubre. Apretar el interruptor y ya está: La luz tenue y el flemático retorcerse del humo negro... ¡Qué más se le puede pedir a las cuatro de la mañana! Un papel y un bolígrafo. Claro. Aquí están. A punto. Esperándome, como siempre. E imaginación. Ella. ¿Adónde ha ido a parar? La imaginación. Sí. No la encuentro. La busco entre los rizos del humo. Me deslumbra el flexo. ¡Mierda! Me quemo. Y no sé si por el humo o por el flexo... _¡Silencio, señoras! Un poquito de seriedad. Busco la imaginación, que se me ha perdido. ¿Tienen idea de adónde ha ido? Sí. La perdí ayer noche. Sí, claro. La dejé aquí mismo, donde el papel y el bolígrafo. No la han visto... No. ¿Cómo dicen? No les creo. ¿De veras? ¿Por la ventana? ¿Cuándo? Ayer noche… la imaginación… ¡Imposible! Estuve con ella hasta tarde. Sí, muy tarde. ¿Están seguras? ¡Señoras, por favor! Es una broma, ¿verdad? Una simple broma... Que no. Vaya. ¡Cómo! ¿Mientras dormía? ¿Abrió la ventana? Y marchó entonces... ¿Seguro? Maldita sea. ¿Y no tienen idea de adónde fue? No. ¿No dijo nada? ¿Habló alguien con ella? Que no. Señoras, por favor, esto es grave. Desde luego, ¡cómo voy a escribir sin imaginación! Esperen… ¿tiene algo que decir, señora humo? ¿Sobre la imaginación? ¡Demonios, ya me parecía a mí! Mientras salía usted por la ventana, ¿le dijo algo? Se lo dijo entonces. ¿Qué fue? No me importa que sea una chivata usted, señora humo. Necesito saber adónde ha ido. Hable, por favor… De acuerdo. En privado, si así lo precisa. Me va a hacer moverme, usted. Vamos, no se preocupe. Debe contarme todo tal y como ocurrió. Quiero saber la razón de su marcha. Muy bien. Comience, pero sea sincera, señora mía. Salía usted por la ventana y se la cruzó, imagino. ¿No? ¡Claro! Ahora entiendo. Fue ella quien abrió la ventana. Aprovechó usted para salir… ¿Le preguntó algo? Iba deprisa. Vaya. ¿Tan mal la trato? No. Piensa volver. ¿Pero cuándo? ¡No podré escribir hasta que vuelva…! ¡No! ¡Pero qué dice usted, señora humo! ¡No soy un egoísta! ¡Compartimos la satisfacción cuando escribimos algo juntos! Trabajando con ella es difícil fanfarronear en el arte. Le dijo algo a usted sobre ello… Que sí. Y bien… ¿Está dispuesta a…? ¡¿Cómo?! ¡No puedo creerlo! ¡Imposible! ¡Que exige derechos de autor! ¡La imaginación! ¡Santo cielo! ¡No sé si reír o llorar! ¡Río, pues, demonios! ¡La imaginación desea cobrar derechos de autor! ¡Ella con exigencias! ¡Si ni siquiera es capaz de hablar en público! ¡Si viene cuando le apetece! ¡Si jamás se compromete a nada! ¡Si es capaz de abandonar al artista en mitad de un trabajo importante! ¡Y si jamás da explicaciones! ¡Ja! ¡Que no vuelva! Que no lo haga. ¡Óigame bien, señora humo! Tal vez se la encuentre usted esta noche. Si esto ocurriera, dígale que mejor se quede para siempre en la calle, tratando de cantar cosas que jamás nadie oirá: No tiene boca. Dígale usted que trate de pintar el mundo, pero sin ojos y sin manos. Hágame el favor, señora humo, de proponerle que componga cien poemas en un día. No podrá sin conocimientos de métrica. ¡Dígale usted todas estas cosas, señora mía! ¡Dígaselas tal y como yo se las expuse! Que se percate de que no es nada sin el humano. De que sola no sirve. Que el trabajo conjunto es lo que vale su peso en oro… ¿Cómo? ¿Qué dice usted? Hable. Sí, ya me he tranquilizado. Sí. La escucho. Le dijo algo más a usted… ¿De veras? No quiere abandonarme, entonces. Desea volver. Y quedarse para siempre. ¿Le dijo qué?… ¡Una condición! ¿Cobrar los derechos de autor? No. ¿Qué pedía la señorita? Así que… ¡Pero si ya la tengo en cuenta! Sabe tan bien como yo que nos necesitamos. Pero le dijo… ¿qué? Algo meramente simbólico. Desde luego… Ya sé lo que me va a decir… ¡simbólico!… ¡Así que es eso! ¡Idioteces! Yo jamás firmo mis textos… No sabe usted de la misa la mitad, señora humo: La imaginación se aburre… Pero… Hable, por favor. No se quede tan callada. Ahora que sé por qué ha marchado me quedo más tranquilo. Es obvio que volverá pronto. No, no sé cómo reaccionaré cuando lo haga... ¡Oh, por Dios, señora mía, no sea mal pensada! ¡Pone usted una cara…! Tendremos que hablar sobre todo este lío. Claro que sí. Una vez solucionado el problema podré escribir algo decente. Hasta entonces me queda esperar… supongo. Supongo mal... ¿Cómo? Hable usted, señora humo. ¿Qué ocurre? ¿Por qué se ríen el flexo, el papel y el bolígrafo? ¿Acaso tengo monos en la cara? Que no. Entonces que… ¿cómo dice? Tras la oreja… ¿una mona tras la oreja? Pero que... ¡Demonios! ¡La Imaginación! ¡¿Qué haces detrás de mi oreja, bandida?! ¡Estaba preocupado por ti!
_ ¿Preocupado, dices? Yo no te notaba muy inquieto. Más bien exasperado.
_ ¿Exasperado yo...?
_ ¿No? Tal vez debería volver a la calle, a cantar sin voz, a pintar sin ojos o a rimar sin métrica.
_ ¡Oh, cielos, Imaginación! ¡Sabes de sobra que no hablaba en serio! Me puse nervioso, ciertamente. No esperaba que escucharas todo eso…
_ Pues lo he escuchado todo.
_ ¿Todo? Pero..., ¿cuánto tiempo llevas detrás de mi oreja?
_ El suficiente.
_ ¿El suficiente para escucharlo todo de todo?
_ ¡Ay, jovencito arrogante…! El suficiente para permitirte escribir todo lo que has escrito esta noche.
Alberto e Imaginación

3 comentarios:

  1. Esto fue lo primero que lei escrito por ti ¡Y me conquistaste, maldito seas!
    Me encanta, en serio, brillante.

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  2. Tan genial como tú mismo. Yo también lo había leído, pero no sabría decirte cómo he echado a temblar otra vez.

    Un abrazo

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  3. Vaya..., conquistas, temblores... jajajaja! ¡Gracias! ¡Cuan evidente es el poder de la literatura! xD

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