de tempestades y aventuras, de calor y de frío,
de goletas, islas y gente abandonada,
de bucaneros y tesoros enterrados,
y la vieja historia, contada otra vez
exactamente igual que antes,
gusta, como a mí en otro tiempo me gustó,
a los jóvenes de hoy, más instruidos:
¡No se hable más!
Y si no,
si el joven estudioso ya no sueña,
si ha olvidado las antiguas quimeras,
a Kingston, al bravo Ballantine,
o al Cooper de los mares y los bosques:
¡Tampoco se hable más!¡Compartiré
con mis piratas la tumba donde descansan con sus fechorías!
si el joven estudioso ya no sueña,
si ha olvidado las antiguas quimeras,
a Kingston, al bravo Ballantine,
o al Cooper de los mares y los bosques:
¡Tampoco se hable más!¡Compartiré
con mis piratas la tumba donde descansan con sus fechorías!
R. L. Stevenson
Qué grande... Estoy al loro para comprarme la edición que me dijiste. Esta semana visitaré a mis amigos de papel, que viven cerca de la Plaza Nueva de Sevilla. Quizá alguno me guste tanto que lo invite a una copa.
ResponderEliminarNo me importa parecer un insoportable propagandista... ¡píllate ese libro cuanto antes! ¡Jaja! Cada paginita merece la pena con esa traducción de Temprano García, que calca el estilo sombrío de Stevenson con fiel maestría. Y sin haberlo deseao, me ha salío un pareao. Así que cómprate ese libro, no me seas agarrao ;)
ResponderEliminarJaja, dos pareaos. No soy agarrao, amigo mío. Me gusta mucho gastar el dinero en libros, mejor que en cualquier otro vicio, como bien sabes. Estaré pendiente de ese título.
ResponderEliminarDe pequeña leí La Isla del Tesoro y El Diablo en la Botella. Me encantaba. La gente conoce sus historias, pero no el autor.
ResponderEliminarJejeje, Rompecabezas. El Diablo de la Botella es un relato increible... No me cansaría de leerlo jamás. ¡Ey, Jorge! Ese relatillo también viene en el libro recomendado. Te lo re-re-re-re-re-re-recomiendo una vez más ;)
ResponderEliminarEs cierto, ahora que me he puesto a pensarlo. Las obras de Stevenson se han popularizado al máximo. Hay quien decide narrar por su cuenta las historias que inventó. Quién sabe si dentro de cien años, entre las "minorías románticas conservadoras", se habrá perdido la conciencia de autor y el pueblo las creerá suyas. Sería un bonito final.
ResponderEliminar