
Y todavía hoy, en las noches baldías de helado insomnio, lo siento vagar huidizo por las calles solitarias; sucio y maltratado como los contenedores mismos de la basura donde se alimentaría; triste y quejumbroso como el aire en que a menudo dejaría escapar sus maullidos largos de felino compungido. Maullidos de miedo, de hambre y de frío. Maullidos de pena y aterrado desconcierto, que seguro, por entonces, rasgaron con sus ecos la afonía de aquel barrio, preguntando una y mil veces, en la jerga del errante con bigotes,
por qué.
Es tierno y potente
ResponderEliminar"rasgaron con sus ecos la afonía de aquel barrio, preguntando una y mil veces, en la jerga del errante con bigotes, por qué."
Eso me encanta más que nada.
He escuchado el maullido en mi habitación...
:/ Pobre Simba... Gracias por comentar, amiga microrrelatiense. A mí pensar en esos maullidos me produce escalofríos. Mil besos :)
ResponderEliminarmmmmm Me recuerda algo que alguna vez escribí, no sobre tu referencia, sino por su atmosfera.
ResponderEliminarHe de admitir que no he pretendido salirme del tópico. Este texto es una necesidad emocional, no literaria.
ResponderEliminarUn abrazo, rompecabezas :)