jueves, 19 de noviembre de 2009

Abulia

La noche anterior no conseguí conciliar el sueño hasta pasadas las 4 de la madrugada. La verdad es que no sé por qué, nunca he sido trasnochador y mucho menos entre semana. Más curioso aún fue la hora a la que me desperté: las seis y cuarto. Aún no logro entenderlo, pero algo me sobresaltó y me hizo despertar bastante antes de lo planeado-el despertador estaba programado a las siete, como siempre-, así que aproveché para ducharme mientras se calentaba leche en un cazo a fuego lento. Al salir de la ducha, a pesar de estar en noviembre y ser las seis y media de la mañana, no sentí frío alguno, de hecho, fui a ver cómo iba la leche con la toalla solamente. Al estar ya casi hirviendo, cogí una taza del mueble y metí una bolsa de té de Pakistán -o al menos eso me dijo el vendedor, que era auténtico té de allí- para que el blanco de la leche, poco a poco, fuese tiñiéndose de ese característico color marrón canela mientras me vestía y preparaba los bártulos para ir a la facultad. Tras disponer todo, me senté a disfrutar del té caliente, con tranquilidad para hacer tiempo, a la vez que el resto de la casa iba despertando poco a poco para comenzar un nuevo día. En las noticias decían que expertos arqueólogos habían encontrado interesantes restos de una antiquísima civilización en una serranía próxima a a Mazagón. Un descubrimiento cualquiera, pensé en aquel momento, no cambiaría mi vida en absoluto.

A eso de las ocho comenzamos el viaje diario hasta la universidad, llegando a nuestro destino más o menos a la hora de siempre, sin nada importante que reseñar. En la facultad más de lo mismo: bromas varias, desayuno, litro de cerveza y poco más. Bueno, también dimos clase, el problema es que las optativas llegan a ser tan aburridas que picotean en la sien como pertinaces pájaros carroñeros que parecen inagotables, y eso termina cansando, y bastante.

En el camino de vuelta a casa me dio por pensar. El dilema de pensar es que casi siempre se te ocurren ideas que consiguen deprimirte aún más de lo que estás. En el camino de vuelta a casa llegué a la conclusión de que la única diferencia que existe entre los días, y a la vez el nexo que los une, es la fecha del calendario. Los días terminan siendo una soporífera espiral que puede volver abúlico a cualquiera, siendo, en la mayor parte de los casos, una botella de cerveza la única salvación -eso sí, sin caer en el tópico de la alcoholemia- para esta vida tan aburrida y monótona...

1 comentario:

  1. Muy interesante el detalle de los hallazgos arqueológicos en las cercanías de Mazagón, muchacho, ¡jajajaja!, muy interesante.

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