Creí que al menos,
cuando mirabas
sin decir nada,
oyéndome, lenta;
cuando tus ojos
suplicaban, ahogados,
la clemencia rala,
tan innecesaria
porque amamos, y ardía
porque amamos, y ardía
la comisura de los labios,
tuyos, quietos, calcinando
las Falsas Palabras;
creí que, entonces,
al menos, así, sin habla,
no sería tu Silencio
una pistola blanca.
Alberto Cancio García
El silencio en la punta de la boca de aquella persona que nos mira puede ser peor que un disparo,y si no te lo crees sólo tienes que leer los reproches de sus ojos.
ResponderEliminarme gusta tu blog, además he leído y he visto que tenemos algunos autores en común: uno de ellos es Saramago.
Gracias, Ángela.
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