abiertas en un cielo peligroso,
yacían las calimas de mi cuerpo
tal Dios deshizo el Mundo: Sobre el torso
el mango de flor verde brilló lento
—hundiéndose en la médula fecundo—
y en un gemido hermoso
la lámina morada del deseo
1) rajó la piel a tientas
con filo poderoso,
2) vertió sobre las sábanas mi letra
y en pétalos de luna hizo un dibujo,
llamando a ese otro cuerpo que viniera
3) a arder en lo profundo.
Alberto Cancio García
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