olor de tus muslos anoche,
las ígneas bisagras del cuerpo
girando en sí mismas y ardiendo
en efecto;
la antorcha de lúbrica seda
quemando tu espalda, tus senos;
la vida que fue y que es ahora
posible postrero momento.
Por eso me aferro a tu sexo.
Por eso aprisiono con fuerza
el rendido trasero.
La llama que al punto ya expira
arroja con brío su último aliento.
Alberto Cancio García
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